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𝐒𝐀𝐍 𝐅𝐑𝐀𝐍𝐂𝐈𝐒𝐂𝐎 𝐅𝐄𝐃𝐄𝐑𝐀𝐋 𝐁𝐔𝐈𝐋𝐃𝐈𝐍𝐆, 𝐒𝐀𝐍 𝐅𝐑𝐀𝐍𝐂𝐈𝐒𝐂𝐎 (𝐂𝐀𝐋𝐈𝐅𝐎𝐑𝐍𝐈𝐀, 𝐄𝐄.𝐔𝐔.)

𝐒𝐄𝐏𝐓𝐈𝐄𝐌𝐁𝐑𝐄 𝟏𝟏, 𝟐𝟎𝟐𝟓. 𝟎𝟕:𝟓𝟑 𝐀𝐌


El San Francisco Federal Building es la sede central de las oficinas federales de dicha ciudad, hogar del connotado puente Golden Gate. Se sitúa en el número 90 de Seventh Street, justo en el corazón del barrio South of Market. Afuera hacía un frío del Demonio, tanto que quien no llevase ropa abrigada corría riesgo de pescar un resfriado. El cielo estaba nublado en su totalidad. Daba la impresión de que llovería en cualquier momento.

Pero en la planta 34 del edificio hacía un clima veraniego. Sophie Alvaradoto, agente novata salida de Quántico hacía tan solo dos meses, tenía la vista clavada en su ordenador. Tecleaba a la velocidad de la luz. Estaba terminando un reporte de una investigación —una misión a la caza de un poderoso cártel de la droga que dio buenos resultados, en la que participaron agentes de la DEA y algunos agentes de la central de San Francisco— que, según le había dicho su jefe, ordenado más bien, debía entregarle a su correo personal a las ocho en punto. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

Hizo una pausa. Y consultó su reloj. Aquello le hizo estremecerse.

<<¡Date prisa, Sophie!>>

El día de la graduación, uno de los profesores de Amanda que estaba a cargo de brindar clases con respecto al tema de <<PERFILACIÓN CRIMINAL>> y a quién ella consideraba como su único amigo verdadero y confesor personal en todo ese mundo lleno de testosterona y machismo juvenil, le dio un duro pero cierto consejo:



<<Una vez que comiences a trabajar, aprenderás que no todo es como aquí, en la academia. Sino que será peor, una mierda. Tendrás altos y bajos, felicitaciones un día y patadas en el culo después. Dependiendo también del lugar al que te asignen, claro. Así que, Sophie, por lo que más quieras, y adonde quiera que te envíen, procura mantener altos estándares>>.



<<Y así lo estoy haciendo. Sobre todo en este momento>> —pensó ella.

Una de las cosas que Alvaradoto había aprendido en su corto período laboral en aquella oficina es que si su jefe, al que todos apodaban como "El Tirano", te pedía hacer algo, tu carrera en el FBI corría un riesgo seguro de verse perjudicada e irse a picada mucho antes de despegar.

El Tirano, un hombre cuarentón y fornido, y sobreviviente al ataque terrorista del Pentágono llevado a cabo el 9/11, es conocido por ser increíblemente autoritario, estricto con todos y apegado al reglamento. Como si se tratase de algún mismísimo rector de ministerio. También es conocido por ser un perfeccionista y un eficiente consumado. No toleraba los errores, si siquiera los incidentales. Tampoco daba segundas oportunidades. Y si alguien mostraba cierto grado de ineficiencia, o si cometía un mínimo error —como terminar y enviar tarde algún reporte—, el Tirano se enfurecía tanto que, además de echar humo por las orejas y soltar un despiadado sermón, con una simple llamada, podía transferir hasta al mejor agente con un futuro próspero a pudrirse en alguna oficina en medio de la nada.

Sophie dio un rápido vistazo al escritorio vacío a su derecha. Y no pudo evitar recordar a su compañera. Una desgraciada cuyo error —y el único, por cierto— le hizo ser merecedora de una transferencia sin retorno a la calurosa ciudad de Wichita, Kansas.

<<Pero eso no me pasará a mí>> —pensó para sí la joven agente de 24 años.

Mientras volvía a escribir y terminaba de rellenar la decimoquinta hoja virtual, el teléfono que estaba a su costado comenzó a sonar. <<¡Joder! ¿Quién podrá ser?>>. Dio un rápido vistazo. Según el identificador de llamadas, se trataba de un número desconocido. De once dígitos. El código de área era de San Francisco. Decidió ignorar el incesante tono del teléfono. Y esperó a que se activara el contestador. Sin embargo, una vez pasada la cuarta tonada, la persona que llamaba optó por colgar. Sophie se volvió. Se encogió de hombros y volvió a su labor.

Al cabo de un momento, el teléfono volvió a sonar. ¡Maldición!. Soltó un taco. Y no apartó la vista del ordenador ni por un segundo.

Tecleó y tecleó. Pero a su vez escuchó, escuchó y escuchó. Por cada tonada, su paciencia comenzó a ponerse a prueba. Luego de unos dos minutos, el teléfono guardó silencio. <<Perfecto>>, pensó, mientras el silencio del ambiente le devolvía la serenidad. Soltó un largo suspiro e hizo tronar sus dedos por detrás de su cabeza una vez que hubo terminado el reporte. Pero antes de que pudiera enviárselo a su jefe, un nuevo ruido le hizo detenerse. Una campanilla, apenas casi audible. Era el tono de una notificación. Miró a la esquina derecha inferior de su ordenador. Alguien le había enviado un mensaje a su correo personal.

Primer envió el reporte al Tirano, luego abrió una nueva ventana y chequeó la notificación. Se trataba de un mensaje entrante. Carecía de texto. Y su único contenido eran un par de instantáneas. Sophie tardó un momento en entender lo que veía.

—Qué rayos...

Se pasó los siguientes veinte segundos estudiando detenidamente las imágenes, tan atemorizantes y en alta definición. Y llegó a preguntarse si eran reales o no. Luego arrastró el mouse e hizo click en el ícono de <<DETALLES>> de dicho mensaje. No tardó nada en hallar la dirección del correo del remitente.

<<Quién rayos es "regente@gmail.com"?>>

Entonces, y de manera sorpresiva, el teléfono volvió a sonar. Según el identificador, era el mismo número desconocido.

Vacilante, Sophie Alvaradoto descolgó.

—¿Hola?

La voz que se oyó a continuación habló con total austeridad.

—¿He logrado captar su atención?


[849 PALABRAS]

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LA ÚLTIMA MISIÓN [A PAW PATROL FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora