¿Para qué mirar al techo para ver estrellas cuando puedo mirar sus ojos?

15.9K 1.4K 1.4K
                                    

Me desperté con un sentimiento de agobio rodeándome. No estaba acostumbrado a sentir un cuerpo enredado con el mío o la respiración en mi nuca, por mucho que llevara con Harry durmiendo tres semanas. Habíamos iniciado una extravagante rutina que era de todo menos normal.

Niall nos despertaba metiéndose en el cuarto y saltando sobre nosotros, seguido de un muy dormido Zain detrás de él. El irlandés había venido a cuidar del moreno todos los malditos días, haciendo que se hiciera aún más el enfermo para conseguir cariños. Ahí pasaba algo gordo, seguro.

Después de eso, Harry y yo les ignorábamos, hasta que a Niall le parecía el momento de regarnos con agua, prender fuego a la cama o amenazarnos con tirarnos a Zain en pelotas encima. Ante tan encantadoras cosas, nos acabábamos levantando de mal humor. Después intentaba hacer el desayuno, que acababa en la basura porque lo quemaba, e íbamos cada uno a trabajar en nuestras cosas.

La casa era terreno neutral, no se hablaba de las cosas malas, pero tampoco de las buenas. Además que en esos días, Zain y yo habíamos diseñado una nueva máquina del tiempo, pero del tiempo meteorológico, claro, para poder molestar el verano a la gente. Sí, seguimos igual.

Harry, por su parte, hacía con Niall su mierda súperheroica, con poderes, cosas, y buscando a destino final.

Nadie lo logró encontrar y estaban cada vez más incómodos, pero yo no creía que se atreviera a hacer nada si yo estaba por los alrededores. Si algo era lo que imponía, era respeto, y nadie se atrevía a llevarme la contraria, salvo Harry, claro está. Él lo hacía porque creo que amaba molestarme, nada más.

Aunque el hombre fuera un grano en el culo, poco a poco, me ganaba cada día más. Me hacía la cena, porque yo la quemaba, era paciente y tranquilo, no parecía molestarle explicarme las cosas más de dos veces, veíamos películas, pero nunca salíamos. Y no porque él no quisiera, era simplemente que yo no solía salir nunca.

Supongo que no hace falta decir la cara de bobo enamorado que se acentuaba con cada día que pasaba. No es que Zain tuviera razón sobre que yo me iba a enamorar de él, para nada... sí, la tenía. Triste era decirlo, pero era real. Me estaba enamorando. Y sólo rezaba porque él no estuviera jugando o utilizándome como me decía todos los días el maldito negro. Un día traté de meterme en su mente para saber si él realmente pensaba algo bueno de mí, pero me contuve. Estaría traicionando su confianza y, aunque normalmente me daba igual, él era especial para mí y quería ser mi mejor yo para mostrárselo.

Nos acostábamos juntos todas las noches, no había vuelto a ir a mi habitación de nuevo. Le había confesado mi miedo a la oscuridad y, al día siguiente, había aparecido con una lucecita blanca que hacía estrellas en el techo.

Aunque no se lo dije, lo primero que pensé fue la cosa más cursi que existe. ¿Para qué mirar al techo para ver estrellas cuando puedo mirar sus ojos?

Esa mañana, cuando me quedé entre los brazos de un muy dormido Capi, me di cuenta. Era el día en el que me había enamorado de él. Pronto, muy pronto, pero no le pude hacer nada. Me gustaba todo de él, desde su asombrosa capacidad de ser amable, hasta sus ganas de salvar al mundo. Hablaba con pasión de lo que hacía, igual que yo hablaba de lo mío. Nunca me cortaba, parecía gustarle la información innecesaria que soltaba por la boca. Incluso le había enseñado mi nueva máquina en proceso, que él había dicho que era bonita.

También teníamos un acuerdo tácito de que no nos pelearíamos más. Me iba a asignar un nuevo superhéroe, cosa que me hizo decaer un poco en mi inventiva de cosas malas. Yo quería molestarlo a él, que fuera él el que luchara contra mí, sin embargo ahora tendría que aguantar a otro al que no soportaría.

El caso era quejarme.

Pasé uno de mis dedos por su mejilla, la que tenía una pequeña barba de hacía tres días, y las cosquillas en mis yemas me hizo sonreír como un imbécil. Las pestañas hacían dos medias lunas en sus mejillas y su boca roja estaba entreabierta. Los rizos caían por su frente y su pómulo, revueltos por la noche. Deslicé uno hacia atrás, tratando de verle mejor.

Superhero [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora