❝Amar a una tormenta como ella es exactamente lo que quiero.❞
→ Amaya se había dejado llevar por la lluvia de poder, dónde el mundo shinobi esperaba que la heredera de la tempestad pudiera ser la más poderosa un día. Y ella conseguiría llegar a la c...
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DOLOROSOS RECUERDOS.
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Amaya lanzó un kunai al árbol después de que el pelinegro lo hiciera, acertando justo en el centro de la diana sin dificultad alguna. Cada día después de la academia iban hasta el bosque para entrenar juntos y tratar de mejorar sus habilidades tratando de evadirse de sus problemas; sobre todo cuando sus hermanos trabajando juntos no tenían tiempo para los más pequeños.
━Estoy cansada...━soltó un suspiro la rubia para después hacer una mueca y sentarse bajo la sombra del árbol mientras el Uchiha la miraba de reojo.━No quiero seguir entrenando, no quiero volver a casa.━se quejó cruzándose de brazos y escondiendo su cabeza entre sus piernas.
La chica notó cómo al momento la persona a su lado le daba un pequeño golpe en la nuca, lo que la hizo alzar su cabeza al momento con lágrimas en sus brillantes ojos azules. Dirigió su mirada molesta hacia él, pero no pudo decir ni hacer nada cuando la sorprendió de repente dándole un leve toque con dos dedos sobre su frente.
Sasuke giró su rostro al momento notando el color rojo tomar sus mejillas por completo. La Arashida no supo cómo reaccionar en un primer momento al no entender aquella acción por parte del pelinegro, hasta que este le tendió parte de su almuerzo consiguiendo sorprenderla.
━¿Siempre tienes hambre, no Amaya?━preguntó sentándose a su lado mientras esta tomaba el onigiri que Sasuke le ofreció entre sus manos.━Entonces come... mientras comas, no tendrás que acordarte de esos recuerdos dolorosos.━se cruzó de brazos observándola atentamente.
Amaya solo pudo sonreír ante su acción, dejando atónito al Uchiha al verla por primera vez en mucho tiempo sonreír de manera genuina. Y es que siempre mantenía ese rostro serio y sus emociones en su interior sin querer mostrarlas a nadie por miedo, pero ahora ver su mirada ilusionada por un simple almuerzo y disfrutar de su compañía sabía que la hacían feliz.
La rubia le dio finalmente un mordisco a la bola de arroz y empezó a comer algo más calmada, sin borrar la tímida pero bonita sonrisa de su rostro en todo momento.
