La capa sobre sus hombros pesaba como siempre lo había hecho. El terciopelo podía ser hermoso y elegante, pero pesaba lo suyo.
A veces, sólo esas veces cuando tenía momentos de debilidad, deseaba que solo la capa fuera lo que pesara sobre sus hombros, y no toda una región.
Habían salido a pasear a caballo por algunos caminos para que el pueblo, que con tanta emoción había anhelado ver a su reina después de la recaída de Draco, pudiera verificar que su monarca seguía tan intacto y jovial como siempre. Al omega le hacía feliz ver lo mucho que lo adoraba el pueblo, ellos gritaban alabanzas hacia su reina y le rogaban a los dioses una larga y próspera vida para Draco.
Eso hacía que el estrés y la presión de todos los días disminuyera un poco, porque cuando veía a todas esas familias tan sanas y felices podía sentir que las horas sin dormir y los largos viajes para firmar tratados con otras regiones merecían la pena.
Lord M estaba a su lado en otro caballo, las tropas los rodeaban para una seguridad mayor. El omega estaba bastante disgustado por la sobreprotección, pero pudo llegar a entender la urgencia con la que lo protegían; no había ni un sólo heredero, no había descendencia al trono. Tenían que mantener a la reina viva y sobreprotegida hasta entonces.
Pero ahí estaba su querido primer ministro para distraerlo de la agridulce realidad con vagas conversaciones que terminaban siendo sumamente interesantes.
Lord M le había estado comentando la complejidad del cultivo de varias especies de flores que tenía en su invernadero, al lado de la mansión en la que vivía. Draco se había quedado fascinado e intrigado por la variedad de cuidados que se debían emplear para las azucenas, y con mucho gusto el alfa le aclaró cualquier pregunta que su majestad tenía sobre los girasoles en verano.
"Han adornado las entradas de sus casas con margaritas en vuestro honor." Le comentó Lord M cuando estaban pasando por un aldea donde la gran mayoría de alfas cuidaban a las crías de ganado.
Draco miró hacia donde William le señaló, y sonrió con burbujeante alegría al ver los bonitos arcos de margaritas. Lord M disfrutó esa ilusión dibujada en el delicado y fino rostro de la reina, era algo puro y único.
"Pero qué preciosidad." Suspiró maravillado.
"¿Sabíais que las margaritas tienen significado?"
"No tenía ni idea." Confesó, y miró a su primer ministro con esa sonrisa aún en sus labios. "Espero que signifiquen algo bueno."
"Cada flor tiene un significado, eso las hace más atractivas y únicas." Los caballos iban cómodamente al mismo ritmo. Trotaban tranquilos y sin prisas, disfrutando de la compañía del otro como lo hacían la reina y el primer ministro. "Las margaritas son el símbolo de la pureza, la inocencia y la amistad incondicional. El amor puro, en otras palabras. Simbolizan la alegría, la sencillez y la sofisticación natural."
Draco lo miró conmovido.
Lord Melbourne era un hombre atractivo, lo suficiente para llamar la atención en los bailes. La agilidad se había oxidado de sus habilidades porque ya no era un muchacho de veinte años que jugaba con sus amigos a lanzarse desde un árbol a un río de agua muy fría en verano, pero los años no le habían hecho trizas el aspecto.
Era incluso más atractivo.
Draco era joven e ingenuo, Lord Melbourne siempre había estado muy atento al omega porque Draco podía ser fácilmente engañado por cualquier alfa atractivo. El omega era apasionado, y Lord M había temido que algún príncipe astuto intentase conquistar el corazón de la reina para hacerse con más poder.
Pero eso nunca pasó, y el alfa no sabía si sentirse aliviado o desdichado.
El omega nunca había mostrado interés en algún alfa porque esos ojos grandes y azules sólo tenían interés en los ojos de Lord M.
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Queen [harco]
FanfictionTras la muerte de su tío, Draco sube al trono a la dulce edad de los dieciocho años. Rodeado de alfas políticos que solo desean atarlo a un alfa para controlarlo aún más, Draco deberá de rebelarse no solo contra su familia, sino con todo palacio. C...