capítulo cinco

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"Deberíamos cambiar el color de las cortinas." Opinó la madre de Draco. Sus dedos toqueteaban el terciopelo azul, miró a su hijo. "Draco, ¿por qué tanto azul? El burdeos resaltaría aún más tus ojos."

"Te agradezco el consejo, mamá." Draco empapó la punta de su pluma en tinta mientras leía unos acuerdos con el ceño un poco fruncido. "Pero a mí me gusta el azul, y es mi palacio."

"Sólo era un consejo, no es para que te pongas así." Le dijo ella.

"He vivido pegado a ti desde que tengo memoria, nos conocemos lo suficiente." Draco levantó sus ojos sólo un momento, y fue para mirarla con seriedad. "Ambos sabemos que no era un consejo inofensivo. Probablemente has pensado que el burdeos no me haría la cara tan gorda."

Ella frunció los labios y resopló por la nariz para evitar rechistar. Pero no negó la posibilidad.

Estaban en el estudio de Draco. El omega estaba bastante exhausto por la falta de sueño y le dolía la cabeza. Su madre había estado parloteando sobre la visita de su primo Alexei desde el desayuno, y Draco tuvo que soportar toda aquella interminable cadena de frases que hablaban sobre preparativos.

Draco no tenía mucho humor para sentarse y hablar sobre matrimonio, tenía ganas de tomar un buen té con miel para dormir una larga siesta. El señor Hensen solía preparárselo cuando avecinaba que los terribles dolores de cabeza volverían a acechar a su majestad.

Aquella mañana se había despertado mal. En realidad, ni siquiera se había dormido, así que no se había despertado. Sería más correcto decir que se había mantenido toda la noche despierto, y mal.

"Creía que estabas de acuerdo con la idea de que Alexei viniese aquí." Le confesó su madre tras un minuto meditando qué decir. Todos en el castillo sabían que Draco era una persona con la que no se podía hablar cuando estaba sumamente estresado, irritado o había tenido una mala noche. "Lord Bakers me había dicho que..."

"Por supuesto que sí. Estoy deseando de que el primo Alexei venga a palacio." Exclamó Draco con un repentino buen humor muy bien fingido. "Si no recuerdo mal, la última vez que nos vimos él tenía trece años. Me pregunto si seguirá siendo tan estirado y escrupuloso."

Su madre lo reprendió con una mirada. Alexei era tres años mayor que Draco, habían pasado tantos años desde la última vez que lo vio que los únicos recuerdos que tiene de él son borrosos y vagos.

Recordaba haber jugado con él debajo del árbol de Navidad cuando sus padres se reunían para festejar. Su tío materno, el padre de Alexei, siempre había sido bastante considerado con Draco. Le daba lo mejor de lo mejor a su sobrino, y eso hacía muy feliz al Draco de ocho años, pero con el paso del tiempo Draco había sabido descifrar las intenciones ocultas de los adultos.

El tío Leopoldo sabía que Draco sería reina, y lo había obsequiado con regalos desde niño para crear lazos próximos entre Alexei y Draco.

"Créeme, tu primo ha cambiado mucho." Le aseguró ella. Parecía como si a ella le irritara que hablaran mal de su familia, de sus hermanos que la dejaron de lado hace muchos años.

"De eso estoy seguro." Draco garabateó su firma sobre el pergamino para concluir el tratado. "Ya no somos niños."

"Y por eso mismo deberías de demostrar un poco más de madurez." El tono de su madre fue mordaz, la respuesta salió como un ladrido a la defensiva. "Ya no tienes dieciséis años, Draco. Estás en la edad de casarte."

Siempre habían chocado. Desde que su padre murió, chocaban más. Normalmente el padre de Draco estaba allí para mediar la situación y calmar la tensión, pero desde su pérdida su madre se enfrascó en sí misma y no eran capaces de soportar estar en una misma habitación por mucho tiempo.

Queen [harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora