capítulo ocho

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Draco tenía ocho años cuando vio por primera vez a un animal muerto.

Lo tenía grabado en el cerebro como un vago recuerdo que no era muy violento, pero lo fue para él cuando vio a aquel pobre animal estrellado que había sido víctima del grueso cristal de una de las ventanas de palacio.

Era invierno, se acordaba muy bien porque los pies los tenía helados y Lena siempre insistía en vestirle los pies con dos pares de calcetines. Su padre había salido a montar a caballo con el tío Guillermo y su madre estaba de visita por Escocia. Su prima, vizcondesa de Grattvom, estaba embarazada de su primer hijo y su madre había insistido mucho en querer visitarla.

Recordaba a Lena sentada en la mecedora, se balanceaba mientras las largas agujas hacían ganchillo. Draco se sentaba sobre la moqueta de terciopelo rojo y allí, frente al cálido fuego que rugía en la chimenea, dejaba explorar su imaginación con las acuarelas y las ceras.

No estaba seguro de cuándo ocurrió, si fue mientras la lluvia caía furiosamente o si fue cuando Lena se levantó un momento para recoger algo que necesitaba y se le había olvidado llevar. Recordaba el ruido, que le heló la sangre y lo dejó paralizado por un segundo.

Fue un golpe seco, duro, violento. Draco no supo qué fue al principio, ni siquiera la propia Baronesa lo supuso antes que él.

"¿Qué ha sido eso?" Había preguntado ella. En aquel entonces ella era mucho más joven y sus ojos no estaban hundidos ni llenos de arrugas. Miró a Draco. "¿Ha pasado algo?"

Draco se encogió en sí mismo y alzó los hombros un poco. Decía la verdad, él era un niño muy sincero aunque fuera todo un manojo de nervios. El ruido lo había asustado, así que cuando notó que el ruido también había tensado a Lena, se levantó del suelo cubierto por la moqueta y se abrazó a la falda de ella.

La agradable sensación de la mano de Lena sobre su pelo era como un fantasma que aún lo acompañaba en el presente. Aún podía sentirlo si se tomaba un momento para revivir el recuerdo.

La Baronesa Lena le había acariciado la cabeza y las mejillas. Le había susurrado que no tenía por qué temer, que ella estaba allí y que no estaría nunca solo. Lena siempre le juraba que nunca se separaría de su lado, y hasta día de hoy lo seguía cumpliendo.

Se acercaron a la ventana, a la temible ventana que había hecho resonar ese desagradable golpe seco. Con siete años, Draco apenas alcanzaba el metro veinte, pero desde su perspectiva pudo ver que el cristal se había agrietado en una zona.

Sintió las gentiles manos de Lena tensarse. Lena lo había estado arrullando mientras se acercaban a la ventana, la Baronesa siempre había tenido un instinto protector con Draco.

"Lena." Murmuró Draco, porque lo vio. Vio qué había hecho que la ventana se agrietase, vio qué había hecho ese ruido y vio qué se había estrellado tan duramente contra la ventana.

Era un pájaro, un gorrión. Estaba empapado e inmóvil en el borde del ventanal. No se movía, solo se movían sus plumas por el gran vendaval que sacudía los árboles afuera. Draco se sintió extraño al verlo.

Sus diminutas manos se apretaron en la falda de Lena, de repente asustado.

"Lena." Volvió a decirle. "¿El pájaro está bien?"

La Baronesa no habló al principio. Miraba al pobre animal muerto con lástima, pero no era momento de lamentarse porque tenía a un niño temblando bajo su falda. A Draco no le gustaban las tormentas como la de aquel día, lo hacían llorar y los truenos lo asustaban.

"Claro que sí, Draco." Finalmente, ella esbozó una pequeña sonrisa para tranquilizarlo. "No te preocupes, solo está descansando. Cuando se despierte, volverá con su familia."

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2022 ⏰

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