7. "No debí decir eso, no debí llamarla."

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Capítulo 7

No debí hacer eso, no debí llamarla.

León.

¡Hoy es mi cumpleaños! ¡Que Emocionante!

Noten el sarcasmo, por favor.

La mayoría de las personas aman el día de su cumpleaños, lo celebran como si fuese la gran cosa. Yo no, ¿por qué debo celebrar anualmente el día que salí de una vagina? y lo digo literalmente.

La verdad, me parece una celebración arcaica y absurda, y sí, sé que me estarán diciendo «aburrido», pero solo digo lo que pienso.

Por mí, estaría bien que sea una pequeña reunión con los de casa, comer algo rico y quizá un pastel que no tenga chocolate. Pero odio que hagan una decoración, inviten gente que ni siquiera te cae bien y, por último pero no menos importante, la fucking canción de cumpleaños y soplar la vela.

De verdad, no entiendo la gente que le gusta eso, yo ni siquiera sé que cara debo poner mientras esa eterna canción la están cantando. Literalmente mi cara empieza con una sonrisa fingida, luego miro a un lado no específico, vuelvo a sonreír, me pongo serio, y así sucesivamente hasta que la música acaba y debo soplar la vela.

Bueno, en fin, por milésima vez le he dicho a mi mamá que no quiero celebrar mi cumpleaños número 17, pero como era de esperarse, ella no me hizo caso y ya está poniendo globos en la sala.

Ni siquiera tengo tantos amigos, no entiendo para qué hace esto. Pero tampoco puedo ser tan cruel y quitarle la ilusión a ella.

—¿Ya le dijiste a tus amigos que vinieran? — pregunta mi madre.

—No tengo tantos amigos, mamá. — le respondo desde el sofá — solo tengo 2 amigas.

—Si quieres le digo a Lili que... — no la dejo terminar la oración.

—No, mamá. No le dirás a Lili que invite a nadie. De verdad, no quiero que venga mucha gente, quiero que sea algo muy íntimo.

—Siempre dices lo mismo, León. — se acerca a mí — Estoy tan feliz por ti, ¡ya son 17 años, hijo! — me da una beso en la cabeza — te amo mucho.

—Y yo a ti, mamá.

—¿Y si no se cura? No quiero perder a mi hijo, León. No podría soportar que mi bebé se me muera — le decía mi mamá a mi papá entre llantos, desesperada y aterrada por si el tratamiento no funcionaba y yo muriese.

Ellos creían que yo estaba durmiendo, pero silenciosamente escuché como ambos lloraban por el miedo de perderme y la frustración de no saber cómo ayudarme.

Él no va a morir, Marisol. — mi papá sollozó — Nuestro hijo es muy fuerte y podrá superar esto, nosotros debemos darle la fuerza.

Mi mamá lloraba tan desconsoladamente hasta el punto de tener hipo — Ya no puedo soportarlo, León. Ya no puedo ver a mi hijo decayendo cada día más. Mira como está de delgado, sus ojeras son muy notables y pasa la mayor parte del día durmiendo. ¡Estoy desesperada!

El recuerdo viene a mi mente, tan claro y tan doloroso como aquel día que escuché a mis padres llorando y buscando soluciones para ayudarme.

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