Capítulo 15. Dampnum

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El amanecer ya estaba muy cerca, hacia un poco de frio, no había calefacción, ni un lugar en aquella cueva en donde pudieran sentirse un poco mejor, los hombres ni siquiera se habían molestado en cubrir el agujero en la pared, de alguna manera sabían que Hyoga estaba tan lastimado y Saori tan traumatizada que no intentarían nada para escapar una vez mas. Ya se habían cansado de escuchar que el tiempo se agotaba y que ellos iban a desaparecer, habían pasado 45 horas desde que aquellos hombres la habían secuestrado cerca del aeropuerto, de repente ya no podía recordar bien los detalles que antes le parecían tan claros. ¿Acaso planeaba rendirse? Tenía a Hyoga en su regazo, estaba muy mal, necesitaba un médico. Estaba ella, con su falda rota, sus piernas raspadas, moretones en todo el cuerpo, sucia, hambrienta, sedienta y sin blusa. Pero ese no podía ser el final, Saori era muy joven, se consideraba a si misma como talentosa y buena persona, no se merecía terminar así y Hyoga tampoco. El hombre 3 la había salvado de alguna manera, prefería morir a recibir una tortura similar a la que esos dos hombres iban a hacerle.

—Buenos días.—Dijo el hombre 2 bajando por las escaleras.—Sin resentimientos, señorita Saori, todo esta bien entre nosotros ¿No?

—Vete al diablo.—Dijo Hyoga incorporándose con mucha dificultad.

—Esta bien, de cualquier forma ya se terminó, esta amaneciendo y el tiempo ya se termino, debemos irnos.

—¿De qué estas hablando?

—De qué saldremos de paseo, señorita.—Dijo el hombre 2 y la tomo del brazo con brusquedad.

—Espera, espera, ya déjenla en paz.—Dijo Hyoga poniéndose de pie después de casi 15 horas de no moverse del suelo.

—Grandes noticias, Hyoga.—Dijo el hombre 1 entrando a la habitación.—Tu también vendrás con nosotros.

El hombre 1 y el hombre 2 los arrastraron por las escaleras, Saori pudo ver por primera vez el lugar en donde la tenían, era una vieja casa sin terminar que habían adecuado con unas especies de cortinas improvisadas con algunas viejas cobijas para mantener la casa privada y oscura. El lugar estaba lleno de polvo y habían latas de comida por todas partes, tenían varios radios y una grabadora. En el área de lo que parecía el comedor, solo había una mesa de plástico con 3 sillas, una de ellas ya estaba rota, aquel lugar pudo ser el hogar de cualquier vagabundo. Saori buscó al hombre 3 por todas partes pero no pudo verlo.

Al salir, la luz del día ya iluminaba el panorama, Saori podía ver los mismos arboles que unas horas antes, pero ahora se veían mucho mas lejos. Sus ojos no terminaban de acostumbrarse a la luz después de tantas horas de cautiverio, de no haber dormido bien, de no haber bebido suficiente agua y de haber llorado.

—Listo, caminen.—Dijo el hombre 1 aventando a Hyoga al suelo fuera de la casa.—Deberían agradecernos, vamos a salir todos de paseo.

Saori se acerco a Hyoga preocupada por su precaria salud e intentó levantarlo del suelo, lo sujeto fuertemente y lo apoyo en su hombro.

—Vamos, Saori... ya falta poco.

Saori se preocupó por el tono en que Hyoga dijo aquella frase, ella estaba segura de que ese no era el final, alguna voz dentro de ella le decía que volvería a su casa, a su suave cama, por un segundo volvió a su vida.

—Señorita Saori, disculpe, señorita.—Dijo Tatsumi con voz calmada pero firme.—Ya llegamos.

—¡Tatsumi!.—Dijo Saori.— Creo que me quede dormida.

—Debemos apresurarnos, o va a llegar tarde a su presentación como presidenta.

Saori comenzó a respirar apresuradamente, su falda y blusa rota se habían ido, de repente no le dolía el cuerpo como unas horas antes, llevaba puesto un traje azul rey eléctrico y una blusa blanca, su cabello estaba muy corto, a la altura de sus hombros, se sintió un poco asustada, no entendía que es lo que sucedía; sus uñas estaban limpias, con una manicura perfecta y sus manos y brazos no tenían ninguna herida, miró al frente y la camioneta no tenía el parabrisas estrellado como el momento en que la secuestraron, tampoco estaba el cuerpo de Tatsumi en el suelo, el estaba afuera de la camioneta esperando su señal para abrir la puerta, cerró los ojos con fuerza, quería que su mente no le estuviera jugando una treta. Cuando se asomó por la ventana pudo ver un poco de ajetreo de periodistas que estaban ansiosos por tener la exclusiva de que una mujer tan joven tomara el mando de una empresa tan importante en Japón.

Vínculos (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora