Capítulo 3. Hechos

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Los recuerdos llegaron a Seiya de manera instantánea, su querido amigo Hyoga, el agradable, interesante y con un orgullo del tamaño de una isla, ese era su amigo Hyoga. Las preguntas invadieron su mente: ¿Hyoga estaba en problemas? ¿Qué le había ocurrido? Y una que lo dejo totalmente confundido, ¿Por qué tenia contacto con Saori Kido?.

Cuando Seiya se percató de que tenía que cuestionar a Saori, ella ya no estaba en la oficina. La encontró en el comedor haciendo algunas llamadas, se quedó de pie mirándola y prestando atención a lo que decía, hablo con alguien que recogería a Hyoga en el aeropuerto, habló con alguien que atendería algún asunto relacionado a su madre y por último, habló con lo que parecía ser un abogado. Cuando colgó el teléfono, ella se quedó mirando a la mesa por algunos segundos.

—...Saori.—Le dijo Seiya con cuidado, tenia un poco de miedo de la respuesta.—¿Le ocurre algo malo a Hyoga?...o... ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Seiya... sigues aquí.—ella lo miró con condescendencia, Seiya se percató de que lo miraba como miraba a las personas cuando no quería confrontarlas.—Es tarde... me temo que mañana no podremos hablar con el detective, tendremos que esperar hasta el lunes, no te preocupes, me encargare de que todo este listo para entonces.

—¿Y Hyoga?.

—El vendrá mañana, creo que deberías venir al menos un rato, le alegrará verte.—Le dijo Saori amable.

Seiya quería responderle que el sabía perfectamente que debía ver a su amigo, que ella no tenía que darle esas indicaciones como si fuera un tonto, pero también miró su expresión, se veía un poco preocupada y parecía que no deseaba tener una discusión con el ni discutir los detalles de las llamadas que acababa de realizar.

—Bien, estaré aquí mañana temprano.—le dijo Seiya y se retiró, deseaba decirle algo, pero no sabía muy bien qué.

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No pudo dormir bien al pensar que Hyoga estaba en problemas, hacia mucho tiempo que no hablaba con él; ni con él ni con ninguno de sus amigos, Shun, Hyoga y Shiryu se habían vuelto muy importantes en su vida, lamentablemente se habían tenido que separar cuando cumplieron 18 años y desde entonces tan solo había mantenido contacto constante con Shun. De alguna forma se sentía bien de que Hyoga aún mantuviera aquella confianza con ella, quería decir que no la había olvidado, seguían siendo amigos.

Saori se sentía un tanto culpable de no haberles avisado a los chicos que su abuelo había muerto, ella estaba segura de que ellos habrían deseado acompañarla en ese día tan difícil pero no quería que la primera reunión que tuvieran después de 2 años fuera en un funeral.

Dió vueltas en su cama pensando en cómo habían cambiado las cosas desde que Ikki se había ido del orfanato, exactamente 5 años después que Seiya, recordó el terrible momento en que había llegado la fatídica carta a su abuelo en donde se explicaba que Ikki había muerto y como Mitsumasa había tenido que llamar a Shun fríamente a su oficina para explicarle que su hermano no volvería nunca más. Ella estaba presente en ese momento, tenía 15 años, quería salir con sus amigas de paseo, necesitaba dinero y un chofer, así que estaba esa tarde en el estudio de su abuelo, entró altaneramente para pedirle a Kido todos los recursos que necesitara y algún otro que se le ocurriera. Recordó que Shun entró cabizbajo a la oficina, como si su corazón presintiera la terrible noticia, ella recordó sus ojos, llenos de una tristeza que nunca antes se había detenido a observar en los ojos de los huérfanos, era una tristeza autentica que solo tenían aquellos que se habían quedado sin sus familias, en la mas abrumadora y terrible soledad, él recibió la noticia y se quedo callado, pidió permiso para salir e hizo la correspondiente reverencia, al ver que el chico hacia todo lo posible por reprimir sus lágrimas y continuar con los protocolos de respeto hacia Mitsumasa Kido y su nieta, Saori recordó que en ese momento, se sintió estúpida, vacía y superficial por esperar una salida al cine cuando el chico de ojos y cabello verde lo había perdido todo. Salió de la oficina de su abuelo olvidando el compromiso que tenía con sus amigas y siguió al chico con cautela, él no se detuvo ni por un segundo hasta que llegó a su habitación, misma que compartía con otros dos huérfanos. Saori se quedó callada tras la puerta y escucho el más amargo llanto que había escuchado en toda su vida. No importa que ya hubieran pasado cinco años desde esa tarde, siempre recordaría aquellas lágrimas, pues para ella ese siempre sería el sonido de la soledad y la desgracia.

Vínculos (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora