Desde que los muertos decidieron volver a la vida, todo fue una gran catástrofe, nada volvió a ser normal y creo que jamás lo será; el luchar día a día por la supervivencia cada vez es más difícil, cada vez hay más personas hijas de puta que quieren...
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Narrador omnipresente:
Había pasado una semana desde que el grupo de Rick Grimes y Venus se separaron, cada uno por su lado.
El grupo, si bien estaba mal de comida y de agua, había logrado sobrevivir en medio del bosque gracias a su cazador: Daryl. A pesar de las insertidumbres, ellos siguieron juntos.
Pero Abraham, Rosita y Euguene tenían otros planes.
Este último, dice ser un científico que, si llega a DC, podría arreglar toda la mierda, podría hacer que el mundo sea como antes.
Ninguno de los tres mencionados habían dicho una palabra sobre el tema... pero Tara, Glenn, Maggie, Sasha y Bob tenían conocimiento sobre eso.
Venus estuvo en todo lo contrario, ella optó por irse a la ciudad. En el camino, encontró una pequeña farmacia que, porsupuesto, ya estaba saqueada. Con las pocas cosas que quedaban pudo limpiar la herida de bala en su hombro y prevenir infecciones. Encontró una mochila y se dispuso a guardar las cosas que todavía podrían servir.
Luego de eso... encontró un pequeño pueblo que le salvó la vida.
Literalmente dicho.
Entró a algunas tiendas de comidas, luchó con algunos de ellos y encontraba comida estable, la guardaba y repetía el proceso varias veces. A la tercera tienda por saquear, escuchó un ruido para nada provenientes de los muertos. Alistó su arma y se dispuso a intentar descubrir que mierda era eso.
Al salir de la tienda se encontró con una persona. Un cura específicamente dicho.
— ¿Quién mierda eres tú? — preguntó ella apuntandole con su arma en la cabeza al hombre. Este, con demasiado miedo levantó la cabeza y observó a la mujer. Al ver que tenía un arma todo cambió, inmediatamente se arrodilló y pidió piedad.
— ¡Por favor no me mates! — rogaba él hombre en el suelo, ya con lágrimas en los ojos. Esto a Atenea se le hizo muy raro, pues, últimamente si tienes contacto con las personas estás tienen un arma con la cual defenderse.
— Solo... solo quiero saber tu nombre y que haces aquí. — dijo ella sin bajar el arma, pero con una voz más tranquila. El hombre volteó y la observó con sus ojos aguados por las lágrimas; definitivamente él no quería morir.
— Me llamo... — solloza. — Me llamo Gabriel.
Y así, hablaron un poco más él le dijo a ella que cerca de ese lugar, él tenía una iglesia. Que habitaba ahí desde que todo comenzó. Que podía ir ahí y quedarse el tiempo que ella quisiera.
