Capítulo 5: Me preocupas

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Después del accidente que tuvo Cinderace, ambos tomaron un descanso, pero como ya se acercaba la hora de la comida, comenzaron a tener hambre.

L: Solo espero no falte mucho para llegar.

C: Bueno no sé si vamos por el camino correcto.

L: ¡¿Qué?!

C: Recuerda que dije que me había perdido, fue suerte que haya llegado al laboratorio y encontrarte. Pero como nos adentramos más al bosque, perdí el rumbo.

L: ¡¿Entonces estamos perdidos?!

C: Un poco, sí.

L: ¿Ahora qué haremos? No sabemos hacia donde vamos, y estás lastimada. Esto no pinta a algo bueno.

C: Tranquilo, seguro encontraremos el camino, puedes usar tu aura para saber hacia dónde queda el laboratorio.

L: Bueno, no es mala idea.

Lucario se levanta y con su aura ve a su alrededor, con un poco de dificultad y tiempo logra detectar el laboratorio.

Lucario se levanta y con su aura ve a su alrededor, con un poco de dificultad y tiempo logra detectar el laboratorio

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C: ¿Y bien?

L: Está muy lejos, no entiendo cómo caminamos tanto hacia la nada. No podremos llegar hoy por tu condición, será mejor buscar un lugar para pasar la noche, está empezando a oscurecer.

Ambos se levantan y empiezan a buscar dónde pasar la noche. Cinderace se dirige a la montaña rocosa donde se había lastimado, tratado de buscar una pequeña cueva. Lucario observa unas hojas anchas y largas que crecían del suelo, arrancó una y fue con la conejita, que veía que sufría un poco al caminar.

L: Ven aquí, te pondré esto por lo mientras.

C: ¿Qué es eso?

L: Es una hoja, si la enrollo en tu pata podrás caminar un poco mejor. Al menos no tendrás la herida al descubierto.

La conejita se apoya en un árbol para poder levantar la pierna y facilitarle un poco el trabajo a Lucario de enrollar la hoja en su pata.

L: Listo, con esto no te debería doler tanto al caminar, pero de todas formas no apoyes mucho la pata.

C: Gracias.

Ya empezaba a oscurecer cada vez más, y los dos pokémon estaban subiendo la montaña rocosa, con la esperanza en alto de encontrar un lugar temporal, empezaba a hacer frío y cada vez Cinderace caminaba más despacio, a pesar de tener la hoja enrollada, le seguía doliendo la pata. Además, conforme iban subiendo la montaña, el terreno era más rocoso, así que la conejita debía ser muy cuidadosa donde pisara.

De la nada vieron una pequeña luz que se iba alejando poco a poco, la persiguieron y dieron con una cueva cerca de ahí. La luz había desaparecido, pero al menos ya tenían un lugar dónde pasar la noche.

L: Supongo que nos quedaremos aquí.

C: ¿A dónde se habrá ido esa luz?

L: No lo sé, pero nos guio hasta esta cueva.

𝓝𝓾𝓮𝓼𝓽𝓻𝓸 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora