18 | A flor de piel | Anya

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El frío de aquellos sanitarios asquerosos se me estaba colando hasta por los huesos. Tan solo tenía una mísera toalla mojada para intentar cubrirme, mientras me llevaba las rodillas al pecho para no tocar el suelo helado con los pies.

Estuve esperando por diez minutos hasta que alguien tocó la puerta. Ninguna chica tocaba la puerta hacia los cambiadores. Me levanté y, en puntas de pie, me acerqué al sonido.

Abrí la puerta de un tirón y Max reaccionó de golpe. Me miró a la cara, sorprendido, y luego bajó la mirada para darse cuenta de que solo iba en toalla. Titubeó y apartó los ojos al instante, dejando que vagaran por el pasillo de la manera menos casual del mundo.

—¿Qué te ha pasado? —logró mascullar, luego de aclararse la garganta.

—¿Tú qué crees? —Abrí aún más la puerta—. Soy la única chica que no se ha ido a casa, estoy muriéndome de hipotermia y sigo en toalla. ¿Más pistas?

Largué todo eso de sopetón, y entonces me di cuenta de que estaba dejándome llevar por el enfado. Cerré los ojos e intenté respirar.

—Lo siento. No me esperaba que me hicieran esto.

—¿Sabes quién pudo ser?

Miré a Max, frente a frente. Noté que aún le parecía incómodo hablarme tan de cerca intentando ignorar que iba casi desnuda.

—Rachel sabe que yo le tomé la foto.

Él arqueó un poco las cejas.

—¿Rachel te ha robado la ropa?

—No lo sé. Supongo que sí. Me miró un poco mal después de correr.

—No me lo esperaba de ella... a decir verdad —confesó.

Seguramente la conocía mejor que yo, pero estaba segura de que esto había sido obra suya. Y, para ser sincera, tampoco podía llegar a enojarme del todo. Entendía que Rachel creyera que yo había divulgado esa fotografía.

Me tembló un poco la barbilla.

—¿Podemos seguir hablando del tema luego de vestirme? —pedí.

Max volvió a vacilar, pero asintió con la cabeza.

—Dime qué puedo hacer para ayudarte.

—No creo que se hayan tomado la molestia de llevarse toda mi ropa y mi mochila. Tal vez la han dejado por ahí para que yo tuviera que salir a buscarla...

—Me fijaré.

Le sonreí un poco, sin darme cuenta. De repente su voz tan firme me hizo sentir un alivio muy inesperado.

—Gracias... —murmuré, dejando salir todo el aire que tenía acumulado en la garganta. —Gracias.

Cuando Max regresó, unos quince minutos después, entró a los cambiadores de chicas sin tocar la puerta y sin los escrúpulos que había tenido antes

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Cuando Max regresó, unos quince minutos después, entró a los cambiadores de chicas sin tocar la puerta y sin los escrúpulos que había tenido antes. Me puse de pie al instante en que vi mi mochila entre sus manos.

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⏰ Última actualización: May 20, 2022 ⏰

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