Día 05. Adoptando una mascota

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(Referencias a otro relato)

El primer estornudo lo atribuyó al tiempo cambiante. El segundo a que Fukuzawa ya estaba hablando mal de él. El tercero era ya sospecho. Y con el cuarto supo que algo no iba bien.

¿Se había resfriado de nuevo?

Abrió la puerta de la clínica y los estornudos siguieron más seguidos esta vez. ¡¿Por qué le picaban los ojos ahora?!

Cuando llegó al despacho, casi se queda sin aire y descubrió el porqué: en la poyata de la ventana había una gata con tres gatitos, a los que estaba amamantando en ese momento. ¿Cómo habían entrado ahí? Su respuesta llegó cuando observó la ventana medio abierta. Se le olvidó cerrarla por la noche.

Varios estornudos más y la falta de aire le hizo salir del despacho y cerrar la puerta. Elise varias veces quiso tener una mascota, pero aquello era incompatible con su alergia al pelaje de los animales.

—Nee, Rintaro… Tengo mis pinturas ahí dentro —se materializó la niña.

—Vas a tener que jugar con otra cosa hoy, Elise-chan.

—¡Pero yo quiero pintar!

¿Cómo iba a arreglar aquello? ¿Cómo iba a acercarse a esos gatos para echarlos si no podía? 

Oh, espera.

—Fukuzawa-dono, qué alegría hablar con usted —dijo todo lo jovial que pudo Mori por el móvil.

—Mori-sensei, son las seis de la mañana.

—Lo sé, lo sé… Es que tengo un leve problema en la clínica…

Se hizo el silencio en el móvil y se lo imaginó apretándose el puente de la nariz para no pegarle cuatro voces.

—¿Otro secuestro? 

—No, por desgracia.

—¿Una bomba?

—Podría decirse.

—¿Cómo que podría decirse?

—Solo sé que, si no soluciona esto pronto, moriré ahogado.

Otra vez silencio.

—¿Ha bebido?

—¡Por supuesto que no! —estornudó en ese momento y supo que debía resolver aquello rápidamente—. ¡Es solo que unos gatos han…!

—Buenos días, con permiso —se colocó a su lado Fukuzawa, dando un susto a Mori en el acto.

¡¿Cómo se había teletransportado hasta allí?! ¡¿Era aquel el poder del legendario Lobo Plateado?!

El doctor tuvo que apoyarse en la pared y llevarse la mano al pecho para calmar su taquicardia.

—Cómo… Cuándo… Qué…

—Ha dicho que tiene un problema con unos gatos. ¿Dónde están?

Mori señaló la puerta del despacho sin dejar de temblar del susto y Fukuzawa la abrió rápidamente.

La gata maulló en señal de saludo junto a los tres gatitos.

—¿Lo ve? ¡Se me han colado cuatro gatos en el despacho! ¡Échelos!

El guardaespaldas se había quedado petrificado y estaba seguro de que iba a matarlo por haberle llamado solo por aquello. De pronto, se metió la mano en la manga y lentamente sacó lo que parecía ser un ar… ¿Un pescadito?

—Pisst, pisst, pisst —se acercó a ellos en cuclillas con el pescadito en la mano.

Mori estaba ya flipando. Comenzó a sospechar que se hallaba en una especie de pesadilla de muy mal gusto, pero la alergia era demasiado real.

—¿Qué…? ¿Hace…?

—He leído mucho sobre los gatos. Si te acercas a ellos así, despacito y a su misma altura, consigues ganarte tu confianza y te ven como su subordinado.

—¿Subordinado?

—Los gatos creen que el lugar en el que viven es suyo y que los humanos somos sus criados.

El doctor pestañeó varias veces sin saber qué decir.

—Lee unos libros sumamente curiosos, Fukuzawa-dono.

—Me gustan mucho los gatos.

Oh, eso explica el cómo apareció a su lado nada más decir la palabra “gatos”. 

—Perfecto entonces. Sáquelos de aquí, ya.

Fukzuawa se giró totalmente contrariado.

—No puedo hacer eso, son gatitos recién nacidos. No puedo echarlos a la calle sin más.

—¡Pues lléveselos! ¡Aquí no se pueden quedar! —y volvió a estornudar.

El guardaespaldas enarcó una ceja.

—¿No me diga que es alérgico?

—¡Pues sí! ¡Y si Elise-chan se entera de que hay…!

—¡GATITOS! —gritó la niña a su lado.

¡¿Pero por qué la gente aparece de la nada hoy?!

Elise corrió hacia ellos y comenzó a acariciar a la gata.

—Con cuidado, no le toques lar orejitas —le indicaba Fukuzawa.

—Vale.

Aquello pintaba muy mal. Olía a cambio de clínica porque estaba seguro de que no podría vencer a Fukuzawa y a Elise en su intento de echar a los animales. Volvió a estornudar de nuevo y lo tuvo claro: se iría a la cama y despertaría de nuevo, viendo que todo fue una pesadilla.

•     •     •

(Dos horas después)

—¡¿PERO TODAVÍA SIGUEN AQUÍ?! —gritó al ver a los dos jugando con ellos en el despacho.

—Parece que le tienen cariño a su clínica, Mori-sensei. Podría adoptarlos.

—¡SÍ! ¡Porfa, Rintarooo!

Elise iba a odiarlo el resto de su vida, pero había llegado el momento de vender aquella clínica con gatos incluidos.

No encontraba otra solución lógica a aquello.

𝐅𝐔𝐊𝐔𝐌𝐎𝐑𝐈 𝐖𝐄𝐄𝐊 𝟑 ; < 𝘉𝘚𝘋 >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora