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Sé que todos conocéis a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, enormes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme

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Sé que todos conocéis a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, enormes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que os habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que os follen como nunca en vuestra vida. Pero aquí estoy yo para advertiros de los problemas y peligros que eso puede llegar a daros. Soy Harry, esta es mi historia, y os contaré cómo mi vida se fue completamente a la mierda, los muchos errores que cometí y la forma en la que pasé a formar parte de la puñetera Manada. Empezaré con una advertencia: una vez que un estúpido Lobo se enamora de ti, no hay vuelta atrás... Eso es algo que me hubiera gustado que me hubieran dicho cuando Camil me llamó y dijo que había conseguido entradas para el Club Luna Llena, porque yo no me imaginé lo muchísimo que mi vida iba a cambiar desde ese momento. Solo seguí reponiendo los cartones de leche y respondí:

― No voy a ir.

― ¡Vamos, Harry! Me prometiste que vendrías conmigo.

― No. Yo no te prometí una mierda. — le recordé. — Si quieres ir a uno de esos clubs de lobos, vete tú sola.

― Es peligroso ir sola. Necesito que alguien me acompañe.

― Si es peligroso, ¿Por qué vas? ― le pregunté, alzando la mano en un gesto de incredulidad que Camil no pudo ver.

― Dentro de poco será El Celo...

― Ogh... ― puse los ojos en blanco y negué con la cabeza antes de coger otro tetrabrik de leche y dejarlo en la balda junto a los demás. ― Eso sí es peligroso.

― No es peligroso. ― y se quedó callada un par de segundos. ― No tiene por qué serlo si vas preparada. Mi amiga Taylor, la del trabajo, lo hizo una vez y dice que es una experiencia que hay que vivir. Dice que el sexo ya nunca vuelve a ser igual después de tener a una de esas bestias encima durante cuatro días.

―¿Tu amiga Taylor?, ¿La que no sabe diferenciar el fax de la fotocopiadora? ¿Esa amiga?

― Sí, esa ― afirmó. Hubo un sonido metálico y Camil no volvió a hablar hasta darle un par de tragos a la cerveza que acababa de abrirse. ―, Escucha, Hazz. Me acompañas al club este viernes, te invito a las copas y bailamos un poco tú y yo. ¿Qué te parece?

― Me parece que no se te va a acercar ningún lobo si ven como bailas. ― respondí, levantándome del suelo cuando terminé de poner todos los tetrabriks de leche en su sitio. ― De todas formas, ¿Cómo vas a... ligar o lo que sea que vayas a hacer allí, si yo estoy contigo?

― Eso no importa, pueden oler que eres gay.

Dejé la caja vacía con la imagen de una vaca sonriente sobre el mostrador de la tienda y me quedé en silencio mirando los carteles donde se pedía educadamente a los clientes que «por favor, no robaran».

― Pueden olerlo... ― repetí antes de soltar un bufido y volver a negar con la cabeza. ―¿Y tu desesperación pueden olerla o no?

― Espero que sí, porque no voy a llevar bragas.

Humano [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora