EL CELO: LA AVENTURA DE TU VIDA

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Louis entró como un huracán. Cerró la puerta de un golpe seco que retumbó por toda la casa, me agarró entre los brazos pillándome totalmente por sorpresa y me llevó en volandas hacia la cama. Había algo en su rostro, quizá algo que faltaba, porque parecía un hombre totalmente enloquecido. Me tiró sobre la cama, me bajó la ropa interior con una fuerza que rozaba la desesperación y después saltó sobre mí, haciéndome perder el aire de los pulmones bajo su peso. Antes de que me diera cuenta, ya me estaba clavando la polla hasta el fondo y moviendo la cadera con más intensidad incluso de lo normal.

—¡Tu puta madre! — le grité al sentir aquello. Estaba muy mojado y lubricado, pero el cabrón había ido de cero a cien en tan solo un segundo y me había dolido igualmente.

Apreté los dientes y me agarré al edredón, forcejeando un poco para que, al menos, me dejara respirar. El lobo se enfadó, creyendo que quería resistirme o algo así, me agarró de las muñecas y me aprisionó todavía más bajo su cuerpo y su peso, gruñendo y jadeando sin parar. No habían pasado veinte segundos y ya sentí el primer chorro caliente y denso dentro de mí, un minuto después el segundo, en algún momento que ya no pude distinguir un tercero y no se detuvo hasta que hubo un cuarto y yo ya no podía más que tratar de concentrarme en seguir respirando. Aquella follada salvaje y sin pausa me había pillado demasiado por sorpresa y había sido… bastante, sinceramente. Me había gustado, pero más hacia el final, cuando me había limitado a quedarme quieto y a dejarle hacer al lobo lo que tuviera que hacer. Cuando llegaron las contracciones y la inflamación, Louis me frotó su rostro empapado en sudor por la cara y el pelo, esperó a que cinco minutos después se le desinflara la polla y se incorporó lo suficiente para quitarse la camiseta gris y sudada. Me la sacó de dentro y, como un niño pequeño, rodó un poco en la cama para quitarse el calzado y los pantalones a tirones antes de hacer lo mismo con mis calzoncillos y volver a ponerse encima para, sorprendentemente, follarme otra vez hasta correrse otras tres veces.  

Hay algo que descubrí esa primera noche, y es que no bromeaban cuando decían que los lobos se volvían locos en El Celo. Louis me tuvo de espaldas toda la noche, gruñendo y jadeando como un puto enfermo y moviendo la cadera casi sin descanso. Los únicos momentos en los que no estaba follándome, era cuando se le inflamaba la polla y no podía moverla, así que se recostaba a descansar hasta que, cinco o diez minutos después volvía a ponerse cachondo. Aquello duró entre cinco o seis horas, no podría decirlo, porque yo entré en una especie de estado cercano a la inconsciencia. El olor, el calor y el peso me habían dejado rendido y sometido a la voluntad del lobo. No podía luchar, literalmente, no tenía fuerzas ni la capacidad de si quiera pensar en ello. Solo era apenas consciente de que Louis estaba allí, sudado, caliente y rodeándome en una burbuja donde solo existíamos nosotros.  

La luz del amanecer me sorprendió, llegando desde los cristales empañados y sucios. El retumbar de la lluvia era como una especie de mantra que se repetía constantemente junto a un jadeo y un movimiento a mis espaldas. Yo estaba de lado y el lobo me apretaba entre sus enormes brazos, follándome casi sin fuerzas una vez más y despertándome. Las energías se le estaban empezando a agotar, pero seguía metiéndomela lentamente hasta conseguir correrse. Cuando se le inflamó la polla y se detuvo, alargué una mano y cogí una de las botellas de bebida energética, me incorporé un poco y Louis gruñó, volviendo a atraerme contra él con violencia.

Humano [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora