Culpable

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Valeria

Mi alma está destruida y mi corazón hecho pedazos. No puedo creer que alguien haya sido capaz de lastimar y dañar a mi princesa. 

Dios mío, ¿quién pudo hacer algo tan atroz? Permite que puedan encontrar a ese malnacido y que ninguna joven más pueda convertirse en otra víctima de ese monstruo. 

La doctora permitió que pudiera entrar a ver a mi hija y sinceramente no podía siquiera verla a la cara. No estuve ahí para protegerla y esa era mi mayor encomienda como madre y fallé. Le fallé a mí pequeño tesoro. 

Me dolió verla temblando, sollozando y con las manos presionando la sien, murmurando cosas sin sentido y casi inaudible. La doctora había dicho que estaba dormida, pero la veía más despierta que nunca. 

Traté de abrazarla, conteniendo mis lágrimas para no afectarla más, pero era inevitable. Esa opresión en mi pecho se hacía más fuerte y las lágrimas simplemente fluyeron sin posibilidades de retenerlas por más tiempo, especialmente cuando evitó que la tocara. 

—Perdóname por haberte dejado sola, mi amor. Perdóname por haber sido tan mala madre — pronunciar esas palabras, era como si me estuvieran atravesando miles de cuchillas aquí en el pecho. 

—Yo… yo lo arañe. Yo… yo lo hice. 

—¿Has recordado algo, mi amor? ¿Quién fue? ¿Quién te hizo esto? Te juro por lo más sagrado que va a pagar por esto que te hizo, así sea lo último que haga. 

—Yo recuerdo… yo lo arañe… — se golpeó el pecho con el puño cerrado—. No… no lo quería encima. D-dolía mucho — el llanto no le permitía hablar claramente—. ¡Quítalo de encima de mí, por favor! ¡Mamá, ayúdame! ¡Sácalo, por favor! 

Mi corazón lo estrujaron de nuevo, escuchando sus súplicas, viendo cómo se retorcía de un lado a otro en la camilla con los ojos cerrados, pero con sus mejillas húmedas y rojas de tanto llorar. 

Anhelaba enguillarla en mis brazos, poder consolarla, pero la doctora tuvo que intervenir con ella, pues mi presencia parecía atormentarla y no le ayudaba en lo absoluto. 

Me sacaron de la habitación, la doctora me dijo que ella tendrá que quedarse por unos días y recibirá la ayuda que necesita, pero no quiero dejarla sola. Debo ir a la casa a buscarle algunas pertenencias. En la sala de espera todavía se encontraban sus amigas e Iván.

—¿Y Fernando? — le pregunté a Iván. 

—Fue a la casa, mamá. ¿Cómo está mi hermana? — se veía genuinamente preocupado, sus ojos estaban rojos y llorosos.

—Está muy mal. Tuvieron que administrarle un sedante porque está muy alterada y no es para menos. ¿Viste algo extraño anoche? 

—No. No vi nada, mamá. 

—¿Dónde estuviste anoche? 

—En casa. No estarás pensando que yo le hice algo a Perla, ¿verdad?

—Tú serías incapaz, pero alguien lo hizo y necesito saber quién fue. ¿A qué hora llegaste de la casa de tus amigos? ¿No sabes si ella estaba sola en su habitación? 

—Llegué como a las seis y media de la tarde. Luego de eso estuve en mi cuarto jugando videojuegos con papá. 

—¿Con tu papá? 

—Sí. Él estaba en casa cuando llegué. ¿No te lo dijo? 

—No. Él me escribió que estaba de camino a la casa del trabajo a la misma hora de siempre, a eso de las once y cuarenta de la noche. 

—Tal vez no quiso preocuparte, pero él estaba conmigo. De hecho, estuvimos casi toda la tarde jugando en mi habitación. A Perla no la vi salir de su cuarto en ningún momento ayer. Sabes que ella siempre se pasa encerrada. 

—Iré a la casa a prepararle una mochila con sus cosas. Me dijo la doctora que tendrá que quedarse aquí por unos días. No te vayas de aquí. Si te dan noticias de tu hermana, llámame inmediatamente, ¿está bien? 

—Sí, mamá. No te preocupes, no me iré de aquí. 

Fui directamente a la casa y vi el auto de Fernando estacionado al frente. Supe que estaba dándose una ducha en el baño de nuestra habitación, pero no iba a interrumpirlo ahora, decidí dirigirme directamente al cuarto de mi hija para prepararle la mochila. Su habitación estaba regada, en las sábanas había rastros de sangre y no me atreví a tocar nada por temor. Fue impactante para mí todo lo que vi. Saber que anoche en la habitación del lado estuve durmiendo plácidamente mientras mi hija fue abusada por alguien en mi propia casa y en nuestras propias narices. Ese nudo volvió a formarse en mi garganta. 

¿Cómo es posible que la policía no haya venido a examinar esta habitación? Aquí debe haber algún rastro que pueda dar con ese malnacido violador. 

—¿Qué haces aquí, Valeria? Pensé que estarías todavía en el hospital. 

—¿Por qué te fuiste sin avisarme? 

—Sé que vas a quedarte con ella en el hospital, pues ella te necesita ahora más que nunca, así que me disponía a llevarles lo que iban a necesitar. 

—Nuestra hija está muy mal — lo abracé, recostando mi cabeza en su pecho y quebrándome en llanto—. Si la hubieras visto. Estaba tan alterada y no es para menos, Fernando. 

—Tranquila, ella se pondrá bien y encontraremos a ese maldito que se atrevió a ponerle una mano encima. 

—Tenemos que llamar a esos Oficiales y que vengan a recolectar todas las pruebas que puedan encontrar en esta habitación, principalmente esos rastros de sangre que hay en la sábana — me aparté para mostrarle lo que vi—. Esto nos servirá para encontrar a ese maldito.

—Deja todo como está. Yo me encargo de llamarlos. Ve al hospital, nuestra hija te necesita— me puso sus manos en ambos hombros. 

—Sí, ella me…  

Levanté la mirada, notando algo que antes no había visto y es que la bata de baño dejó expuesta una marca en su pecho que no recuerdo haber visto antes, pero entre más lo miraba, parecía un arañazo.

—¿Q-qué te pasó ahí? 

Mi mente hizo retrospectiva de lo que mi hija estaba diciéndome. Me negaba a creer que se trataba de una simple casualidad. Todo poco a poco comenzó a encajar, la versión de Iván, la de mi hija, la actitud de Fernando esta mañana cuando la policía le interrogó e incluso el haberse ido sin avisar del hospital, haciendo que llegara a la misma espantosa conclusión, la cual quería creer que no era cierto, pero una voz interna me recordaba lo estúpida y mala madre que soy, me repetía lo cobarde que he sido y sigo siendo, dejándome claro que sí hay alguien culpable aquí, esa soy yo. 

Yo fui quien la abandonó. Era yo quien debía protegerla de todo mal, pero la serví en bandeja de plata para que alguien más la dañara. Dormía en la misma cama con el enemigo.

Alguien Como Tú [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora