Reencuentro

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Perla

Han sido meses largos, donde han habido un sinnúmero de cambios; algunos para bien y otros difíciles de sobrellevar, pero todos han influido en mi bienestar y, de cierto modo, en mi tranquilidad. A excepción de la determinación del juez que atendió el caso. Aunque reconocen que cualquiera en su lugar hubiera actuado de esa manera, dicen que fue un acto premeditado, por lo que fue sentenciada a cumplir cuatro años de prisión. 

Fue doloroso estar allí sentada, en medio de tanta gente, narrando lo poco que recordaba de esa noche. Los recuerdos vinieron en cadena cuando lo vi, pero fue peor cuando se declaró culpable y su mirada se encontró con la mía. Ivan declaró a favor de mi madre y en contra de su papá. Él también desconocía, supuestamente, sobre lo que sucedió en el pasado. 

En la corte salió a relucir que hace muchos años atrás, lo habían acusado de cometer un acto lascivo contra una niña de trece años, pero el juez que en aquel entonces tomó el caso, lo desestimó por falta de pruebas. Fue duro saber que estuvimos viviendo con alguien así por tanto tiempo y jamás nos dimos cuenta de ninguna señal, pero más duro saber que no fui la única y que hay otra joven que ha pasado por un suceso igual de traumante y difícil, y no tuvo justicia hasta ahora. 

Visito a mi mamá dos veces por semana, solamente por cinco minutos, pues es lo único que me permiten. Ha sido un proceso duro para todos, pero también lo es para ella. Cada día la veo más deteriorada. No es justo. Ella no merece estar encerrada allí. El único que merece pasar el resto de su vida encerrado y pagando por lo que hizo, es ese degenerado.

A ese infeliz lo sentenciaron a seis años; ¡seis malditos años! Ese hombre es un peligro para la sociedad, pero será puesto en libertad para que continúe haciéndole daño a más jóvenes. Me parece una completa injusticia, pero así es el sistema judicial en este país. 

He estado recibiendo la ayuda que necesito, antidepresivos y asistiendo a las psicoterapias sin falta. Las pesadillas han ido disminuyendo, con la ayuda que todos ellos me han brindado; sobre todo, por Jadiel. 

Ella ha sido mi luz en medio de la oscuridad. Adoro esos momentos que compartimos juntas, especialmente cuando es la hora de dormir, pues sus brazos y palabras siempre me reconfortan y me brindan la fuerza que necesito para sentir que puedo contra todo. 

Asistimos a la misma universidad que nuestras amigas. Aunque tenemos distintos cursos, nos encontramos al mediodía o en las tardes al salir. Una que otra vez, alguna de nosotras se debe quedar más tiempo, pero siempre nos esperamos para ir juntas a casa. 

Jadiel y yo hemos estado planificando el alquilar un apartamento que queda mucho más cerca a la universidad. Ahora que las dos estamos trabajando, es más fácil dividirnos los gastos y ahorrar. Es lo que hemos venido haciendo desde hace once meses y medio. 

Después de clases decidimos entrar al centro comercial, pues Ingrid tendrá una supuesta cita esta noche y nos pidió que la acompañáramos, así que como buenas amigas, lo hicimos sin protestar. 

Saqueó las tiendas más populares, buscando un vestido que se acentuara a la ocasión y a su figura, pero no encontraba uno adecuado. A pesar de haberle recomendado algunos por lo linda que se veía, seguía insistiendo en que todo debía salir bien y quería impresionar a su nuevo novio. No nos ha dicho quién es el afortunado, solo nos ha dicho que es muy guapo. Por obvias razones, todas nos hemos sentido demasiado curiosas. 

Mientras estaba mirando unos tacones, alcancé a ver a Iván a través de la vitrina, en la tienda que quedaba justo al frente de esta. Aparentaba estar trabajando, pues llevaba un uniforme azul. Ha pasado algo de tiempo desde que le vi. La última vez fue en la corte, pero no nos dirigimos palabra alguna. Se veía más delgado y de rostro más maduro, tal vez era debido a su barba y el cabello lo tenía en una coleta. No parecía estar pasándola bien, pues luego de que el cliente que atendía se marchó de la tienda, su sonrisa se borró. La tienda, al parecer, era de zapatos masculinos. No había ninguna chica. 

Él juró no acercarse más a mí, y más luego de lo que sucedió, pero al mismo tiempo siento que ha sido una víctima más. Ha vivido engañado y le ha tocado una de las peores partes. Perdió a su mamá desde que tenía cinco años. Había vivido con su papá prácticamente toda su vida, pues era el único familiar que tenía, ya que la familia por parte madre se desprendió de él y la de parte padre nunca la conoció. A pesar del supuesto rencor que alegaba tenerme y lo mal que me trataba cuando estaba viviendo bajo el mismo techo que yo, él hizo lo correcto, testificó en contra de su papá, dejando a un lado ese vínculo sanguíneo que los une y ahora quedándose completamente solo. 

—Iván… 

No sé en qué momento llegué aquí, pero me detuve frente a la puerta de la tienda en que se encontraba y le llamé. Se veía sorprendido de verme; tanto así que sin pedir permiso vino a mí. 

—Perla, ¿qué haces aquí?

—Es la segunda vez que me llamas por mi nombre y no por esos horrorosos sobrenombres que me ponías.

Bajó la mirada al suelo, en ningún momento se ha atrevido a hacer contacto visual conmigo desde que se acercó. 

—No quiero causarte problemas con tu jefe. Solo quería saber cómo estabas. 

—Bien. ¿Y tú cómo estás? ¿Cómo te ha ido? 

—Me ha ido bien. 

—Me alegra mucho saberlo. Te ves… distinta. 

—Tú no te quedas atrás. Has crecido de repente. Casi ni te reconozco. 

—Salgo en veinte minutos al break. No sé si estás con alguien más, si ya te vas o tienes planes de encontrarte con alguien, pero ¿te gustaría que fuéramos a comer o tomarnos algo?  

Alguien Como Tú [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora