Esperanza

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—Claro. ¿Por qué no? 

Regresé a la tienda con mis amigas, Jadiel se veía preocupada, tal parece que estuvo buscándome.

—Siento mucho haberte preocupado. Resulta que me encontré a mi hermanastro y…  

—¿Te dijo o te hizo algo? 

—No, pero considero que para cerrar ese capítulo de mi vida, necesito hablar con él. Me invitó a tomarnos algo y hablar. ¿No te molesta esperar por mí cerca? 

—Si es tu decisión, yo la respeto, pero por favor, ten mucho cuidado. 

—Todo estará bien. 

Esperé por Iván frente a la tienda hasta que salió y caminamos en silencio hacia un kiosco cercano y nos ubicamos en una mesa con una taza de café y mi postre favorito de manzanas verdes. Desconocía que él sabía eso sobre mí. 

Tal vez eran los nervios, pero no dejaba de pasar su dedo índice a vuelta y redonda de su taza. Cuando iba a romper el silencio, ambos hablamos al mismo tiempo y entonces callamos automáticamente. 

—No quiero profundizar sobre lo que pasó. Si te pedí que habláramos es porque necesitaba aprovechar esta única oportunidad y sacarme esto de aquí dentro, Perla. Hace mucho tiempo que no te veo y soy consciente de que ese era y es mi merecido castigo. Lo merecía por haber sido un mal hermano, por no ser capaz de entenderte y no saber tratarte. Si hubiera sabido lo de mi papá yo… —un nudo se formó en su garganta y las lágrimas humedecieron sus mejillas—. Tal vez hubiera podido hacer muchas cosas y quizá protegerte, pero te juro que no sabía nada. 

—Yo sé que tú no tuviste la culpa. No te sigas culpando de eso. 

Me quebré en llanto al oírlo así porque, independientemente de todo lo que me hizo en el pasado, él también es una víctima más de su padre. Sé que está siendo sincero, lo veo en sus ojos y lo siento en sus palabras.  

—Estás en todo tu derecho de odiarme. 

—Yo no te odio, Iván.

—Lo siento; lo siento tanto. 

—No hay nada que deba perdonarte. 

—Siempre me gustaste, desde el primer día que te vi, pero en mi inmadurez y por cobarde, no supe demostrarte a tiempo lo importante que eras y eres para mí. Creí que la mejor manera de llamar tu atención era tratándote mal, porque era como único me mirabas. Si solo hubiera tenido las agallas para decírtelo antes… 

No sabía cómo sentirme al respecto con su confesión, pero así fue cuando comprendí absolutamente todo. 

—¿Qué ha sido de tu vida? ¿Por qué estás trabajando en esa tienda? — cambié repentinamente el tema..

—Es en el único lugar donde pocas personas me conocen y donde únicamente me aceptaron.

—¿Y tus estudios? ¿Sigues estudiando? 

—No. Debido a lo que sucedió y que la noticia de mi padre ha dado la vuelta al mundo, me cerraron las puertas en muchas partes por ser su hijo. Piensan que soy como él. Mi rostro aparece en todas las fotos que publicaron de él en las redes sociales. A las puertas que fui a tocar, nadie me dio la mano, ni siquiera se inmutaron en abrir la puerta. Mis amigos resultaron no ser tan amigos. Me vi en la obligación de buscar trabajo para poder rentar un pequeño apartamento. Ya tendré oportunidad de retomar mis estudios cuando me estabilice. Al menos, eso espero. Y tú, ¿cómo has estado? 

—Mejor. Jadiel ha sido mi refugio, mi compañía, mi apoyo, mi todo. Si no hubiera sido por ella, por su padre, mis amigas y los profesionales, probablemente no hubiera logrado salir a flote — observé a Jadiel a la distancia y le sonreí—. Día tras día, recuerdos vagos y desagradables invaden mi mente, pero siempre que estoy a punto de quebrarme y la oscuridad me arropa, ella aparece en medio como un rayo de luz y esperanza, recordándome que vale la pena estar aquí, a su lado. 

Alguien Como Tú [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora