Piggy

102 29 1
                                    

Miento si no admito que me tomó totalmente desprevenida. Además de que no me atrevía a hacer alguna movida que fuera a incomodarla, por eso solo permití que lo hiciera a su ritmo. Es difícil, porque anhelo con todas mis fuerzas tenerla así por más tiempo, poder sentir su calor, besar cada centímetro de sus labios y recorrer toda su piel.

Solo de recordar lo que pasó, la sangre me hierve. Lo único que me reconforta es que ese monstruo no podrá hacerle daño a nadie más. Si realmente confesó, espero que lo encierren de por vida y le den la bienvenida que se merece ese animal. 

En el único momento que me separé de ella fue para darme un ligero baño. Realmente lo necesitaba. La dejé en buenas manos, pues no solo mi padre estaba al pendiente de ella, sino que Ingrid y Abigail también les estaban haciendo compañía. Se escuchaban sus risas en el baño, algo que me genera calma. Me reconforta oírla reír luego de todas las veces que la vi llorar. Si pudiera evitarle el sufrimiento lo haría. 

No era la primera vez que nuestros labios se encuentran e interactúan entre sí, pero aunque cada uno haya sido en una situación distinta, hay dos cosas que nunca cambian, y es ese sabor imborrable que deja impregnado en mi boca y esa sensación de calor y hormigueo en mis labios, como si aún estuvieran los suyos danzando con los míos. 

Su confesión aún está grabada en mi cabeza, y dudo mucho que pueda olvidarlo nunca. Esa ternura que emana por todos sus poros y esa voz y tono tan dulce que solo usa conmigo, me derrite. Quiero protegerla a toda costa. 

Estuvimos compartiendo la gran parte de la tarde. No les ofrecí quedarse, pues sé que ellas seguirán asistiendo a las últimas semanas que quedan de clases. 

En algún momento debo sentarme de nuevo con mi papá, pero esta vez para hablar sobre ese comportamiento y esas miradas que se lanzan Ingrid y él. Desde hace un tiempo para acá lo he estado notado, pero he querido pasarlo por alto, pensando que tal vez solo son ideas mías. 

Mi papá trabaja a las ocho de la noche, por eso según nuestras amigas se fueron, fue a alistarse para el trabajo. Hoy le toca hacer guardia, por eso no iba a retrasarlo. Esperé hasta que él se fuera a trabajar para darle una sorpresa a Perla. Había planificado tan bien sorprenderla el día de su cumpleaños, pero nada salió como hubiera querido. Ahora mismo no quiero siquiera mencionarle lo de su cumpleaños, prefiero que lo tome como una sorpresa cualquiera. No hay necesidad de que sea un día festivo para sorprender a esa persona tan importante para ti. 

La otra razón por la que esperé a que mi papá se fuera, fue porque sería muy vergonzoso que me vea disfrazada de Little Piggy. Lo conozco, si llegase a encontrarme de esta manera, no habría espacio en las paredes, pues colgaría muchos cuadros con fotos mías. Solo con imaginarlo es tan bochornoso. 

No sabía cómo ella iba a reaccionar, pasé mucho trabajo poniéndome el disfraz y tratando de abrir la manilla de la puerta con estas pezuñas tan grandes. Lo poco que podía ver a través de los ojos del disfraz, era su cara de sorpresa. Era la misma; la misma que vi en la premiación aquella tarde. Recuerdo lo emocionada que se puso al ver aquel hombre disfrazado y lo decepcionada que se vio cuando desapareció entre la multitud, por eso no pude quedarme con eso por dentro. 

—Hola, mi bella Perlita— intenté imitar la voz de Piggy, aunque evidentemente no me salió a la perfección por más que estuve practicando por varias semanas antes de su cumpleaños. 

Su rostro completo se puso rojo, como si hubiera estado expuesta por mucho tiempo al sol o como si hubiese comido algo sumamente picante. Ella estaba paralizada todavía de la impresión, por eso hice la presentación que suele hacer Piggy antes de transformarse. La movilidad no era la misma, e incluso me sentí sumamente idiota habiendo hecho un guiño, sabiendo que ella no podía verme. 

—¡Piggy! — su repentino grito me sacó un susto, pero no más que la manera en que me tumbó al suelo con todo y disfraz. 

¿De dónde ha sacado tanta fuerza? No podía casi respirar por su fuerte apretón y por esa única forma en que yacía aferrada a mí, como un león sobre su presa y como si no quisiera dejarme ir. El brillo que cobró sus ojos hizo que valiera la pena absolutamente todo lo que había pasado. El miedo, la inseguridad y la vergüenza simplemente se desvaneció. Su sonrisa me dio mil años de vida. Se suponía que sería yo quien la sorprendiera, pero fui yo quien se llevó la sorpresa mayor; y fue la dicha de sacarle una sonrisa. 

Alguien Como Tú [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora