Angustia

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Lo admito, hui como una cobarde, con tal de no quebrarme en llanto ahí mismo. No debí haberme dejado llevar por el impulso del momento. Tengo miedo de que ahora las cosas cambien o, peor aún, que me deje de hablar. Ni siquiera sé si pueda mirarlo a la cara luego de eso que dije. No sabía que unas palabras podían ocasionar tanto dolor y angustia.

—Pobrecita, ¿te rechazaron? — cuestionó Iván, con evidente sarcasmo.

—Ya veo que no tienes nada más que hacer que estar espiando conversaciones ajenas. ¡Piérdete, idiota! — subí a mi habitación corriendo.

Quería estar sola. Sentía unas inmensas ganas de llorar, pero no por el rechazo, sino por lo tonta que soy y por haber confundido las cosas. Arrepentirme ahora no cambiará nada. Quizá, debería disculparme con él. Si le digo que fue una broma, quizá me crea y todo pase a ser un simple malentendido.

Cogí el teléfono y traté de escribir un mensaje, pero mis manos estaban temblando. ¿Y si no quiere saber más de mí? Tenía muchas preocupaciones. Me conecté al juego a ver si estaba en línea, pero no lo estaba. Ya tuvo que haber llegado a la casa y sé que esta noche trabaja. Será mejor dejarlo para mañana.

A la mañana siguiente, partí con mis amigas a la escuela como de costumbre. Abigail me envió varios mensajes anoche, pero no quería hablar con nadie. Quedé en avisarle cuando llegara a la casa, pero no me atreví a decirle que me rechazaron. No encontraba ni cómo entrar al salón. Al escuchar la campana, no tuve de otra que hacerlo. Jadiel estaba sentado en su silla y me miró como siempre hace. Supongo que eso no ha cambiado. Me senté en mi silla y había escrita una palabra en letras rojas: «Muérete».

Tal parece que no se cansan. Estoy segura de que es la misma estúpida de Francheska. Parece que no tiene a nadie más a quien molestar. Será mejor que borre esto antes de que alguien más lo vea.

Tapé con el libro la palabra esperando a que fuera la hora de almuerzo para buscar algún detergente para borrarlo. Eso fue lo primero que hice según sonó la campana. Mis amigas se quedaron almorzando mientras llevaba el detergente de vuelta a su lugar. Vi caminar hacia mí a la estúpida de Francheska junto a dos chicas más. Quise hacer de cuenta que no las vi y pasarles por el lado, pero metió su pierna en el medio haciéndome tropezar con ella y caer al suelo.

—¿No ves por donde caminas, estúpida? Sí que eres bastante torpe y lerda — comenzaron a reír las tres y me quedé en silencio mientras me levantaba.

—¿No tienes algo mejor que hacer? Estoy segura de que fuiste tú la del lindo mensaje en mi silla.

—¿Tienes prueba de eso?

—No debo tenerla para saber que fuiste tú. ¿No te cansas?

—No sé de qué hablas, niña tonta.

—La que debería morirse eres tú.

—¿Estás amenazándome? ¿Debería llamar a la profesora y decirle? — sonrió burlona.

—Llama a quien quieras — quise caminar, pero una de sus amigas se cruzó en mi camino.

—¿A ti quién te dijo que podías darme la espalda, estúpida? — alzó la mano para golpearme, pero alguien la detuvo.

—¿Jadiel? — era él quien había sujetado la mano de esa estúpida.

—¿Y tú qué haces, idiota? — se soltó de su agarre.

—Me pregunto, ¿a quién será la estúpida que sacarán a la mierda si escuchan esta grabación? — Jadiel sonrió con malicia mientras agitaba su teléfono.

—¡Tch! — protestó—. ¿No te han enseñado a no meterte en donde no te han llamado, imbécil? — ella y sus compinches se alejaron de nosotros.

—¿Estás bien?

—Sí, gracias.

—¿Hace cuánto sucede esto?

—No importa. Ya estoy acostumbrada, solo debo seguir ignorando y no prestarles la atención de la que carecen.

—Sí importa. Debes tener más cuidado ahora.

—No te preocupes. Todo estará bien— bajé la cabeza y traté de caminar de vuelta al salón, pero Jadiel me agarró la muñeca.

—Voy a acompañarte a tu casa en la tarde. No te vayas sin mí, ¿de acuerdo? — me soltó y caminó al salón.

¿Y eso a qué vino? 

Alguien Como Tú [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora