Capítulo 9

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Aprender es siempre un regalo, incluso cuando el dolor sea el maestro.

Esa noche no pude enviar aquel mensaje, por un momento me sentí valiente, había preferido romperle el corazón a Misa antes de que ella destrozara el mío

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Esa noche no pude enviar aquel mensaje, por un momento me sentí valiente, había preferido romperle el corazón a Misa antes de que ella destrozara el mío. En la terapia me habían informado que superar una relación como la mía llevaría meses incluso años. No podría soportar que volvieran a utilizarme y jugaran con mis sentimientos.

Era duro descubrir que durante los años que pasé con Katia aquello no había sido amor. La Dra. Santa Marina decía que estaba avanzando a pasos agigantados, pero igual la inseguridad sentida por años afloraba, volviéndome cobarde.

El lunes después de salir de clases sentí la necesidad de llamar a Misa e informarle de mi primer día como jefe de estudios, pero pensé que su vida era más emocionante que la de un maestro. Entonces concluí que estábamos mejor así, no quería ser la monotonía de nadie, quería que por una vez alguien perdiera la cabeza y el corazón por mi y poder ser recíproco. ¿Pero, si sencillamente no volvía a ser capaz de amar? ¿Y si no conseguía encontrar a esa persona? Era mejor no arriesgarme.
Pero había una pi constante en mi cabeza y que se metía como intrusa a mis sueños y a mis momentos de reflexión, María Isabel.

Las mañanas siguientes pasaron sin ninguna novedad, trabajo, horas en el gimnasio y otras en la azotea tocando la guitarra, donde nuevamente ella aprecia en mi mente y me hacía imaginar un sinfín de posibilidades futuras.

Misa comenzaba a ser ese eslabón perdido, que alteraba mi sistema, no eran sus tatuajes, ni los hoyuelos que se forman en su rostro cuando sonríe, detalle que me vuelve loco, es porque Misa necesita más de lo que estoy dispuesto a dar, necesita a alguien mejor que yo y yo por su bien necesitaba mantenerme alejado de ella, solo que no me creía capaz de hacerlo.

El jueves por la tarde estacioné frente a mi antiguo piso, el que compartía con Katia. Pasé alrededor de una hora allí, desde la distancia reflexioné sobre los últimos 6 años, desde el día que conocí a Katia en el último año de instituto hasta la noche en que hice la maleta y me largué de allí. Había estado completamente ciego, llevaba años sintiendo que crecía un abismo el cual había estado ignorando.

Sentí alivio cuando al sábado Milena y Marco tomaron la decisión de celebrar el cumpleaños de los mellizos en la intimidad de la familia, generalmente un acontecimiento de este tipo era motivo de fiesta, se reunía la gran mayoría del equipo, y compañeros de trabajo de mi hermana, pero esta vez solo había ido Isco con Deisy por ser los padrinos.

Marco se acercó a mí para ofrecerme una cerveza y un cuenco con palomitas de maíz.

-¿Teo estás bien? -se sentó junto a mi en una de las tumbonas de la piscina donde se desarrollaba la parrillada familiar.

-Sí, ¿por qué no había de estarlo?

-Porque estás totalmente ausente.

-No, para nada.

LECCIÓN DE AMOR// Misa Rodriguez // Perfecta2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora