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La juntada de amigos siempre salía mal. No importaba cuanto tiempo pasará, todos seguían comportándose como cuando tenían once años; como unos niños completamente inmaduros. Y no es que él mismo se considere maduro, Draken sabe que tiene sus momentos infantiles, pero los de sus amigos eran extremos y extensos. Diablos, incluso tuvieron que huir porque la ley casi los atrapa.

—La próxima vez que Baji queme un auto, me convertiré en un homicida.— comentó el rubio tatuado, suspirando del cansancio que estaba comenzando a sentir.

—Tampoco exageres, Draken.— le dijo Mitsuya a su lado.

—Agh, siempre tratando de defender lo indefendible...— se le quejó al peliplateado. Mitsuya tan solo rió.

—Ya me conoces.— dijo divertido, mirando la hora en su teléfono —Ya me voy, Draken, tengo que ir a ver a Mana y a Luna.

—¿Tu madre aún sigue en turno nocturno?— le preguntó Draken, sintiendo preocupación debido a la situación del contrario.

La madre de Takashi solía tomar dos turnos de trabajo, los cuales eran de mañana y de noche, dejando la tarde para pasarla con sus hijas menores. Takashi aprovechaba ese tiempo para salir, pero necesitaba urgente contratar una niñera, pues habían noches en las que no podría cuidarlas...

—Sí.— le respondió Mitsuya —Espero que no ocurra nada malo con la ToMan ésta semana, porque no podría asistir a las reuniones de ser así.

—Te deseo suerte, Mitsuya.

Y así, el peliplateado se despidió del rubio, tomando otro camino distinto.

Draken, en cambio, siguió caminando; hubiera llevado la motocicleta, pero recordó que tenía que llenarle el tanque y no tenía tiempo, por lo que tuvo que ir caminando al lugar acordado.

Después de unos cuántos minutos de haber estado caminando, Draken se sintió extraño, como si estuviera siendo seguido por alguien más. Decidió no darle importancia al principio, creyendo que era sólo cosa de su imaginación, pero el sentimiento paranoico no se iba.

Draken miró disimuladamente sobre su hombro, divisando que detrás de él había un chico con un buzo negro con la capucha puesta, y, porque se encontraba mirando hacía abajo, no pudo distinguir quién era. Decidió tomar otro camino distinto, dando demasiadas vueltas en muchas esquinas, y miraba por detrás de vez en cuando, dándose cuenta de que sí estaba siendo seguido por ese individuo.

Paró en seco y se volteó, acercándose a paso rápido al encapuchado, cerrando su mano en puño para dirigirla directamente al rostro del desconocido; pero éste fue rápido y dió un salto hacía atrás, esquivando el golpe.

Draken volvió a querer pegarle, pero el de buzo negro esquivaba los golpes. En un momento, el individuo se agacha y le da una patada rápida en los pies, haciendo que el rubio tatuado caiga sentado al suelo. Y, no viéndolo venir, en un milisegundo, el encapuchado lo empujó al suelo, quedando sobre él con sus manos tomando sus hombros.

Y, debido al movimiento, pudo ver su rostro.

Era un chico, tal vez de su edad, con cabello verde claro y ojos color castaño. Alcanzó a ver un destello en la parte de su oreja izquierda, indicándole a Draken que tenía algún que otro aro allí.

Pero había algo en esos ojos que le resultaba vagamente familiar.

—No quiero pelear;— dictó el chico sobre él, acomodando su antebrazo derecho entre los hombros, acercando su rostro al contrario, susurrando:—pero, si necesito defenderme, lo haré con gusto.

Draken escuchó dos tipos de manera de hablar: La primera oración era sincera, tranquila y precavida, casi que le convencía de que era cierta; la segunda fue dicha con un poco de altanería, pero sin ganas de ejecutarla. Y, gracias a la experiencia, Draken supuso rápidamente que el chico decía la verdad; sus ojos castaños no demostraban ganas de querer ganar una pelea contra él, y su apariencia no le era familiar como si perteneciera a otra pandilla enemiga de ToMan.

Pero, sin importar qué, tenía que ser precavido.

—Antes que nada,— le respondió Draken —¿quién eres?

—Para que sepas eso, tengo que asegurarme de que no me patearás el culo cuando te libere.— le contestó el otro, frunciendo un poco su entrecejo —Entonces, Draken, ¿puedo confiar en ti?

Ambos tenían la misma duda: Confiar plenamente en el otro y que todo salga mal.

Draken, con una sonrisa de lado, le murmuró un "está bien", haciendo que el de cabello verde se levante y, cuando lo hizo, le tendió la mano al rubio, pero éste la esquivó, negándose a ser ayudado por un extraño, y se levantó del suelo él mismo.

—Está más que claro que no puedo confiar del todo en tí...— le dijo Draken seriamente.

—No me interesa si lo haces o no.— le dijo el otro con desinterés —Lo que de verdad me importa es si yo puedo confiar en tí.

—¿Para qué?

—Este no es lugar para-

—No estoy para juegos, niño.— le interrumpió Draken, dándose cuenta de que, teniéndolo parado y de frente, el chico parecía ser más menor que él.

—Seré directo entonces.— dictó el chico, guardando sus manos en los bolsillos de su buzo —Soy Kisumi, y hace dos semanas me enteré de que tu amigo, Baji Keisuke, es mi hermano.

—¿Eh? Espera, espera...— dijo Draken antes de asimilar lo que dijo Kisumi para luego largar una carcajada —E-esto es una mierda...— dijo al recomponerse —Piérdete, niño.— se despidió con la mano y se volteó para irse.

Kisumi rodó los ojos y comenzó a seguirlo nuevamente por detrás. Y sinceramente creía que seguirlo otra media hora más no le haría nada malo. Estuvo toda la maldita tarde queriendo hablarle, pero el tipo no parecía querer alejarse del montón de adolescentes problemáticos que tenía por amigos.

Draken siguió caminando con Kisumi a su siga, tratando de ignorar su existencia, pero las pisadas del peliverde le taladraban los oídos, jodiéndolo. Hastiado, el rubio tatuado se volteó.

—¿Por qué no vas a joderle la vida a alguien más, niño?— le preguntó enfadado.

—Tengo trece, no soy un niño.— le dijo Kisumi con el ceño fruncido por cómo se refería el más alto hacía a él —Y, hasta que no me ayudes a encontrarme a solas con Baji Keisuke, seré tu sombra hasta el fin de tus días.

—Pudiste seguirme a mí, ¿por qué no lo sigues a él y dejas de joderme con tus idioteces, eh?— le preguntó Draken hastiado.

—Siempre está acompañado de un tipo rubio y aparentemente tontito, y cuando no lo está, lo pierdo. Parece una maldita serpiente escurridiza.— le respondió mirando hacía otro lado. Draken aguantó las ganas de reír, pues sabía a quien se refería Kisumi con "un tipo rubio y tontito". El más bajo suspiró y comentó: —Maldito tiempo perdido queriendo hablarle a solas...

—Te denunciaré por acoso.— le comentó extrañado.

—Me da igual.— Kisumi levantó sus hombros —Solo quiero hablar con Baji.

—Okey, te importa una mierda todo, me dí cuenta.— Draken se rascó la cien, comenzando a impacientarse —Agh, déjame pensarlo unos di-

—Hoy.— le interrumpió.

—No.— le dijo inmediatamente el rubio —Dos días, tres, una semana, un mes, diez años o una década incluso.

—Una década son diez años.

—¿Y cien años?

—Un siglo. Y no voy a esperar tanto.— el peliverde miró al suelo y suspiró, viendo que no había otra manera —¿Y si nos vemos mañana por la tarde?— preguntó en un tono más gentil.

—Yo-

—Te espero en esta dirección, a las siete de la tarde.— Kisumi le extendió un pequeño papel doblado a la mitad —Si no llegas en media hora, daré por hecho que no podré conseguir ayuda de tu parte. Entenderé si no vas, no habrá rencores.— Kisumi se volteó, pero lo miró un momento por sobre su hombro y se despidió con su mano derecha —Espero verte, Draken.

Lo vió sonreír. Y, lo que le resultó extraño a Draken, es que creyó que esa sonrisa hizo que Kisumi se viera... bonito.

El Hermanito De Baji. [•Tokyo Revengers x Male OC/Reader•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora