Capítulo 7

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El inmenso cielo estrellado parecía haber sido dibujado por algún infante, donde colgaban miles de estrellas tintineando sin parar e inclusive la falta de luz artificial era innecesaria, ya que al parecer la gran luna de fondo iluminaba todo a su alcance haciendo que cualquier secreto que se encontrara en los rincones de la oscuridad fuese revelado. Alya se encontraba recorriendo los prados verdes buscando entre ellos algo y ajena a lo que ocurría a su alrededor aun cuando ni siquiera sabía que buscaba, sólo sentía la necesidad de encontrarlo, esa sensación cálida en el pecho que hormiguea el cuerpo cuando algo hace falta. Continuó caminando por varios minutos más hasta que unas grandes manos hicieron que su vista fuera nula, sintiendo una respiración en su nuca que le erizó la piel al momento de escuchar ese susurro en su oído.

— Estoy aquí, no es necesario seguir buscando porque siempre he estado aquí a unos pasos tuyos. Esperando a que regresaras mí pequeña conejita — dejando un casto beso en los omóplatos contrarios, la giró hasta quedar de frente a ella —. Estás tan hermosa como el día que te fuiste de mi lado.

— ¿Eren? No puede ser, ¿de verdad eres tú? — rodeándolo con sus delgados brazos lo sujeto por el cuello en un abrazo dejando cortos besos en el rostro de Eren — Creí que no regresarías por mí, estaba a punto de olvidarte.

— ¿Olvidarme? Cariño, sabes que eso es un imposible. Tal vez hasta en mi siguiente vida regresaría para buscarte.

— Sabía que no me había equivocado contigo Eren, pero ¿por qué no habías regresado antes? Ya ha pasado un tiempo desde el día de nuestro pequeño incidente.

— No lo sé, probablemente aún no era tiempo al igual que ahora.

— ¿De qué hablas? — Alya se separó viéndolo de frente a los ojos —. ¿Aún no es tiempo para qué?

— Alya debes despertar.

—  ¿Despertar?

Pero cuando su consciencia empezaba a regresar se dio cuenta de que ya no estaba ahí, intento buscarlo con la mirada y trato gritando su nombre pero la incomodidad se apoderó de ella cuando un destello blanco cegó su vista.

Abrió los ojos de golpe encontrándose en un cuarto blanco muy bien iluminado y pulcro « ¿Estoy en la enfermería? ¿Cuánto tiempo ha pasado? » Pensó, el aroma a fármacos le picaba en su nariz pero cuando intentó levantarse de la camilla en la que se encontraba un dolor punzante en la cabeza la hizo volver a recostarse entre las mullidas almohadas esparcidas.

— Veo que ya ha despertado señorita Caley ¿Cómo se siente?

Una joven enfermera de algunos veintitantos años se acercó mientras revisaba unos documentos que llevaba en la mano, tenía el cabello pulcramente amarrado en un coleta, entre sus brazos se encontraba la planilla con los papeles y en ella había un logo pero su ralentizada mente no podía comprender los signos o las palabras infamiliares.

— Por lo que veo, el golpe fue bastante fuerte así que tendremos que sacarle unas radiografías para así descartar cualquier anomalía.

— ¿Hace cuánto tiempo estoy aquí?

— No mucho, después de lo ocurrido un grupo de jóvenes la trajeron al hospital. El seguro médico de su escuela pagará los gastos pero solo dos de sus compañeros se quedaron afuera así que no se preocupe, también su tutor ya se encuentra esperando por usted en la sala de espera. Bien, necesito que se ponga esta bata para llevarla a hacer la radiografía.

Unas horas después, Alya se encontraba esperando a que su madre terminara de firmar unos papeles para regresar a casa y descansar ya que su "chistecito" le había costado al menos tres semanas con un collarín debido a un pequeño esguince cervical por el impacto del balón así como algunas migrañas como efecto colateral.

AnathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora