Hace cuatro años que Isabela Madrigal partió de su hogar a un lugar alejado de Casita que la vio crecer, aún en el nuevo Encanto, con su familia sanando sus corazones rotos.
A veces alejar se de la familia es necesario, para ser quien debía ser y c...
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l agua de la tubería llena la tina, su sonido cubre los llantos de una mujer arrinconada en un baño, sollozando y tratando desesperada de calmar se.
Raíces oscuras cubrían los rincones de la escena, cualquier rastro de la flora que tanto caracterizaba los rincones de su hogar, al sentir los lamentos y la desesperación morían, retorciéndose y agonizando en su vejez prematura.
La respiración se tranca en el pecho, empezaba a doler, a quemar, como los ojos, la nariz y su propia cara.
- c-calma te... C-calma te... P-Pedrito p-puede e-es-escuchar te, s-salome... N-No p-puede... Para ya de l-llorar, ¡Para ya Isabela! -se exige, sin fuerzas para levantarse, no puede pensar, todo es ruido, todo se ve borroso.
Los golpes en la puerta la hacen temblar, se cubre la boca tratando de detener su exalte y no ser escuchada, pero seguramente su nariz hace el ruido más fuerte a parte de sus sollozos ahogados.
- Isa, mi amor, ¿E-estas bien?, Princesita... Voy a entrar, ¿Ok? -anuncia luego de un rato de silencio en dónde quisiera poder negar. Cierra los ojos con fuerza a pesar de las lágrimas, no quiere ver el rostro de la pecosa mujer cuando la encuentra en el piso, desnuda y en uno de sus ataques de llanto-. Por Dios mío bendito -corre a su rescate, no ve nada, solo siente las tiernas y cálidas manos tomar delicadamente su cuerpo luego de cerrar la llave. Puede sentir como la abrazan y se refugia en ese cuerpo que tanto a conocido, amado y protegido por años. Mucho antes de que el primer milagro pedeciera-. E-estoy aquí mí amor, todo está bien, estamos bien, estás en casa.
- l-lumy... Y-yo... Yo... S-soy m-mala... N-No p-pu-e-edo... R-re-res... -apenas logra formular antes antes de caer en la histeria y respiración se vuelva más errática, dándole atracones con su propio aire.
- no hables, princesita, n-no tienes que hablar ¿Ok?, S-solo respira, c-conmigo y... -calma con voz dulce y acciones pacientes, hace lo pedido e imita las respiraciones que la mayor le indica y por unos minutos, apenas, está empezando a calmar se-. Y recuerda, no eres mala, eres buena, eres asombrosa mi princesita imperfecta.
Isabela solo se aferra al cuerpo de su amada, sus sollozos siguen, pero ahora son un desahogo y no un ataque incontrolable de su cuerpo al estrés, miedo y culpa. Solo es el quebranto de su alma, la caída de su ahora indomable espíritu.
Pero ahí estaba Salome Pérez, su mujer, su amor, su perfecta felicidad.
«ella me da fuerzas, soy débil, pero ¿Quién no lo es?, Con ella no duele tanto, sus besos, sus abrazos, su amor, todo vale la pena por ellos, por su compañía y la de nuestro hijo»
