Efesios 6:12

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"Porque no estamos luchando contra enemigos de carne y hueso, sino contra las potencias invisibles que dominan en este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno"

Efesios 6:12

Efesios 6:12

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1945

A Van Hai le hubiese gustado decir que no encontró sus rastros por ninguna parte, pero sería una mentira.

Después de más de un siglo a su lado, estaba bastante familiarizado con esa energía. El odio, la ira, la envidia, la desesperación. Todo esto dejaba tras de sí un rastro que impregnaba el aire y los demonios podían percibirlo desde el preciso momento en que pisaban el suelo de la Tierra.

Los humanos con rasgos demoníacos también.

Van Hai era parte del grupo que deambulaba por uno de los lugares de los ataques nucleares. Apenas había pasado un día y la piel todavía le ardía, pese a que no podía hacerles nada porque no estaban por completo allí. Los demonios mayores se aseguraron de que sólo viajase una parte de cada demonio para evitar el daño por la radiación.

Le dijo dos veces a Leviatán que no habría sobrevivientes. Elle aún insistió en revisar el lugar.

Van Hai ya no discutía con elle. Normalmente no tenía la energía para esto, por lo que prefería seguir deambulando por el terreno infértil y los escombros.

Un siglo podía cambiar mucho a una persona.

Aunque en el infierno de la envidia todavía era tratado como el Gran príncipe que heredó la belleza de las hadas y tenía un asistente de forma permanente, Van Hai ya no se veía a sí mismo así. Ya no respondía a sus títulos, ya no sabía qué habría hecho esa persona en su lugar.

Ese príncipe era afortunado, tenía una familia que lo amaba, tenía un pueblo que lo adoraba, un futuro brillante. Van Hai estaba subiéndose a un escombro en una ciudad destrozada por la guerra humana y buscando una señal de vida que no creía que fuese a hallar. Trabajando para un demonio. Siendo menos humano que ese joven príncipe de otro siglo.

Con el tiempo, comprendió que Leviatán no podía interferir. Si los demonios intervenían demasiado, sucedían cosas horribles. Esta guerra era el mejor ejemplo de lo que pasaba cuando querían ayudar a la humanidad. Y la Caída no se quedaba atrás. Uno de los dos lados, o ambos, saldrían perdiendo.

El que Leviatán le abriese las puertas de su infierno fue una gran excepción, a pesar de que aquel joven príncipe estaba tan lleno de odio y dolor que lo único que hizo fue dirigir hacia elle una rabia que no se merecía. Su comportamiento alcanzó un punto en que Leviatán decidió inclinar la cabeza y no volver a aparecer frente a sus ojos durante más de una década.

El día en que Van Hai debía cumplir los treinta años humanos, Leviatán se paró frente a la puerta de su cuarto en el infierno y deslizó una carta por debajo. Ahí le explicaba cuánto tiempo transcurrió y los cambios que su cuerpo había sufrido, incluso aquellos que Van Hai por su cuenta no notaba. Le contó que el país del Dao había desaparecido por completo después de una secuencia de desastres que involucraban al Cielo y el infierno, y la casa Do Durong, los usurpadores del trono, junto con el.

Envidia (Pecados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora