Salmos 94:19

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"Cuando me vi abrumado por la angustia, tú me brindaste consuelo y alegría"

Salmos 94:19

Tenían una misión ese día: conseguir los tres tesoros faltantes antes de que su reloj de bolsillo marcase el final de las veinticuatro horas

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Tenían una misión ese día: conseguir los tres tesoros faltantes antes de que su reloj de bolsillo marcase el final de las veinticuatro horas.

Organizaron un cronograma, prepararon sus atuendos y Viar insinuó algo sobre que parecían Bonnie y Clyde. Van Hai hizo una pausa en su lectura al oír esto.

-¿Quiénes son esos?

Sabía que eran un par de nombres que se escucharon alrededor de una década atrás, pero no recordaba los detalles de cada década de su vida en ese instante.

-Unos ladrones -respondió Viar, poniendo ese gesto suyo que era un intento de sonrisa y hacía que las llamas de su cráneo fuesen más brillantes.

Van Hai supuso que era divertido pasar de príncipe a humano demonizado y acabar como un ladrón. Esperaba que su madre no se estuviese retorciendo en donde fuese que hubiese llegado.

Una nota se deslizó bajo su puerta para avisarle que Leviatán lo esperaba en la salida del infierno. La transformaría en la puerta de un lugar cualquiera y saldrían caminando de forma casual en pleno París.

Van Hai se despidió de Viar y se dirigió al pasillo por el que se accedía a la salida. Leviatán lo esperaba junto a esta, con un vestido blanco y negro, guantes y el cabello largo recogido en una coleta a la altura de su nuca.

-¿Prefieres tener el cabello corto o de otro color? -le preguntó nada más verlo.

Van Hai rozó la punta de su cabello. Acostumbraba llevarlo a la altura del pecho desde siempre.

Era una buena oportunidad de probar un cambio.

Cuando salieron del infierno, Leviatán caminó adelante a través de un jardín techado y Van Hai unos pasos por detrás, con el cabello rubio y las facciones un poco alteradas. No parecería un occidental, pero sí que puso una ilusión sobre él para que las personas que lo veían pronto desviasen su atención. Así evitaría cualquier tipo de sospecha.

Era de día y la gente caminaba por el jardín con calma entre charlas y risitas. Leviatán deslizó un brazo bajo el suyo y apoyó su mejilla en el hombro de Van Hai.

-Bienvenido a los patios de Puget y Marly. Nunca recuerdo cuál es el de Puget y cuál el de Marly -admitió, frunciendo el ceño-. ¿Habías venido alguna vez?

Tener una ventana en su cuarto que servía de entrada a casi cualquier parte del mundo representaba una gran ventaja, por lo que Van Hai no negaría haber estado en ciudades como París más de una vez en esos años. Si no salía solo, siempre podía salir con Viar o con los demonios menores cuando estuviesen buscando rastros de energía demoníaca.

Envidia (Pecados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora