¡Buon compleanno!

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ADESSA.

No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Matteo Moretti. Estaba sosteniendo un pastel de dos pisos blanco, con detalles dorados y unas velas con el número dieciocho en la parte de arriba. Empezó a acercarse a mi pero alguien salió por detrás de él y gritó:

—¡Feliz Cumpleaños!—Corrió hacia mi, me abrazó y empezó a darme vueltas por el aire. Matteo se dirigió a la mesa y dejó el pastel ahí.

—Carlo—Dije riendo. Me bajó y me di cuenta de que ya era más alto que yo.—Dios mío, no puedo creer que dejaste de ser un minion.—Reí. 

—JA-JA-JA. Sigues teniendo un hermoso sentido del humor.—Contestó sarcástico. 

Matteo se acercó a él y dijo.—Mamá quieres que ayudes a poner los platos para el pastel. Carlo lo volteó a ver—Ya vengo Adess, no me tardo.—Caminó hacia su mamá y nos dejó a Matteo y a mi solos. 

—Bienvenida a la mayoría de edad, lo vas a odiar.—Dijo Matteo mientras se acercaba a abrazarme. 

Le correspondí el abrazo y ¡Dios mío lo delicioso que olía ese hombre! Me alejé después de unos segundos y respondí. 

—¿Cómo se enteraron de que hoy era mi cumpleaños?

—¿Conoces a mamá?—Río.—Eres como la hija que nunca tuvo, tiene tu fecha de cumpleaños tatuada en la mente. Pero no te preocupes, no soy celoso.

Reí. 

Matteo y Carlo, hijos de Mariela y Valentino Moretti. Carlo es un año menor que yo, al parecer ahora es alto; tiene cabello lacio y corto, ojos marrones muy grandes y una personalidad increíble. Lo conocí cuando yo tenía 6 y el 5 años. La última vez que lo vi, el tenía 12 y yo acababa de cumplir los 14. Era mucho más pequeño en ese entonces.

 Matteo es un año mayor que yo. Alto, cabello ondulado y medio largo, ojos cafés con pequeños detalles verdes, una sonrisa derecha y blanca y una actitud narcisista que llega hasta el cielo. No recuerdo la última vez que lo vi, solo sé que ninguno de los dos se fue con una linda imagen del otro. Aunque debía admitir que ese día se veía muy bien. Llevaba un traje negro, camisa negra, mocasines negros y una pequeña cadenita plateada. Se le debía dar el crédito a Mariela por siempre vestir tan bien a sus chiquillos. 

—Wow, no sabes lo aliviada que estoy de que me lo aclares.—contesté. 

—Aw, sigues siendo igual de sarcástica y odiosa, que lindo.—Rezongó. 

Le dí una sonrisa falsa y él me regaló una de satisfacción. 

Carlo regresó y alivianó la tensión que traía con Matteo. 

—Bueno querida cumpleañera, ¿Estás lista para ponernos la borrachera de nuestras vidas?—Sonrió. 

—Buen-

Matteo interrumpió.—ELLA, se pondrá la borrachera de SU vida, tu aún eres ilegal enano.—le contestó apartándolo. 

—Primero: Un año no es nada. Y segundo: Solo eres 4cm más alto que yo, tranquilízate.—Le respondió Carlo enojado. 

Abracé a Carlo y dije.—No te preocupes, yo tampoco pienso tomar esta noche, no necesitamos de viciosos—escaneé con la mirada a Matteo—para pasarla bien. 

Matteo me dio una mirada sarcástica y se alejó caminando hacia su madre. 

—Ven, es hora de partir el pastel.—Me jaló Carlo hacia la mesa. 

Me senté en la cabecera como a la hora de cenar y colocaron el pastel frente a mi. Mariela me dio un beso en la frente y encendió las velas. Todos comenzaron a cantar. 

Tanti auguri a te Tanti auguri a te Tanti auguri Adessa, E la torta a me! 

(Feliz cumpleaños Feliz cumpleaños Feliz cumpleaños Adessa ¡Y la tarta para mi!)

Soplé las velas y todos aplaudieron. Mariela se acercó a mi y dijo.—Feliz cumpleaños, Adessa. Estoy muy feliz de que estés aquí. Susurró algo más en mi oído y reí.—Le di un beso en la mejilla y se alejó para comenzar a partir el pastel. Carlo me llamó y me levanté para ir con él. Tomó mi mano y me encaminó de nuevo hacia el lago. De reojo vi como todos comenzaron a seguirnos pero Carlo no me dejó voltear. Cuando llegamos a la orilla del muelle, comenzaron a salir fuegos artificiales que llenaron todo el cielo de colores, todos comenzaron a aplaudir y uno por uno fueron a abrazarme y a felicitarme por mi cumpleaños. No pude evitar que una lágrima saliera de mis ojos. Odiaba mis cumpleaños. Nunca los disfrutaba y por ende, no le decía a nadie cuando eran. Pero ellos me hicieron vivirlo de una manera que hace muchos años no lo vivía. De una manera feliz. 

Carlo me abrazó por atrás y me dijo.—No sabes cuanto lo siento.

Lo volteé a ver confundida y de la nada vi a Matteo corriendo hacia mi, Carlo se alejó lo más rápido que pudo y Matteo me aventó al agua. Todo el mundo comenzó a reír hasta que vieron que no salí del agua y Mariela gritó.—¡Matteo, Adessa no sabe nadar!

La cara de Matteo cambió completamente y sin pensarlo dos veces se tiró al agua por mi. Todos se quedaron en silencio y uno que otro comenzó a alumbrar con la luz de su celular el lago para que fuera mas sencillo encontrarme. Después de unos segundos Matteo logró sacarme del agua y arrastrarme a la orilla. Personas comenzaron a ir dentro de la cabaña en busca de toallas.

Matteo me puso boca arriba en el piso y se acercó a mi nariz.—¡Respira, pero no se mueve!—Dijo histérico. Carlo se acercó corriendo y le gritó—Dale RCP, ¡Haz algo!—Matteo dudo, pero se acercó a mi boca y antes de tocarla, les escupí a ambos agua del lago y comencé a reírme. 

—Qué chinga-

—¡Matteo! Lenguaje.—Le gritó Mariela. 

Me enderecé y todos parecían estupefactos. Yo no podía parar de reírme. 

—¡Dios mío! ¡Casi me matas del susto Adessa!—Exclamó Carlo. Se paró del suelo y comenzó a reírse.—No puedo creer que fingiste que no sabías nadar. 

—Oh no, eso es cierto. No se nadar, pero el lago no es tan profundo, puedo alcanzar el suelo sin problema.—Contesté. 

—¿Cómo supiste que te íbamos a aventar?—preguntó Carlo. 

—Tu mamá me dijo antes de que me trajeras aquí, así que pensamos que sería bueno regresarles la broma.—Reí. 

—Genial, traicionados por nuestra propia madre.—Rezongó. 

Matteo se paró un poco enojado y se exprimió la camisa.—Quiero que sepas que acabas de arruinar mi mejor traje.—mencionó molesto. 

—Bueno, tu acabas de arruinar mi maquillaje Y mi vestido, así que estamos a mano.—dije mientras me ponía de pie. 

Mariela me pasó una toalla y me llevó adentro aún muriéndose de la risa.—No puedo creer que pensaron que se saldrían con la suya.—Me susurró al oído. 

—Yo si, y fue fantástico.—le contesté de vuelta. Nos reímos y entramos a la cabaña. 

—Corazón, lo siento. No tengo nada de ropa aquí.—Dijo Mariela mientras revisaba unas bolsas.—¿Quieres que vayamos a casa y te cambias?—Me preguntó. 

Matteo entró a la sala y contestó.—Yo la llevo, ma. Yo también tengo que cambiarme. Pero regresamos para seguir con los planes. 

—Ah, excelente.—Contestó Mariela.—¿Tienes algún problema con eso, Adess?—Me preguntó. 

—Para nada, hagámoslo. Solo iré por mi bolso.—Salí de la cabaña y todos estaban viendo vídeos de como me habían aventado al agua. Reí, y tomé mi bolso para irnos. 

El señor Moretti le dio las llaves del auto a Matteo y salimos del lugar para dirigirnos a casa. 







El cielo en tus ojosWhere stories live. Discover now