¿Feliz segundo día?

4 1 0
                                    

ADESSA.

Desperté con el pie de Carlo a la mitad de mi cara. Traté de despertarlo pero parecía que el chico estaba en su 5to sueño y en un encuentro con el espíritu santo por que no se inmutó. 

Maldita sea.

—Ps. Matteo.—Susurré.

Nada.

—¡Matteo!—Dije más fuerte.

—¡Matte-

—Dios mío. ¿Qué te sucede?—Gruñó mientras se levantaba. Se talló los ojos y se asomó para ver que sucedía y soltó una carcajada.

—¿Puedes parar de reírte y tratar de ayudarme?—Le dije molesta.

—Bien, bien. Espera gruñoncita.—Se paró del suelo y trepó encima de la cama pasando por encima de mi. 

—¿Ouch?—Le dije cuando aplastó mi pierna con su rodilla.

—Lo siento.—Musitó.—Vaya, que quejoncita eres eh.

Se acercó a donde estaba Carlo y trató de mover su pie pero este parecía estar mas tieso que una tabla. 

—Carlo.—Dijo.

—¿Carlo?—Repitió.

—Por el amor de Dios, Carlo ¡ya levántate!—Gritó.

Carlo dio un brinco que hizo que Matteo cayera de espaldas sobre el piso. No pude evitar reírme.

—¿Qué carajos sucede?—Exclamó Carlo. Se asomó al piso y vio a su hermano tirado en el. —Matteo, que haces así tirado. Pareces vagabundo. 

Pff, Carcajeé mas fuerte. En verdad que Carlo era todo un caso.

Matteo lo volteó a ver molesto.—Ya sabes, me encanta saborear las partículas del suelo.—Contestó sarcástico.—¡Tú me tiraste imbécil!

—¡Hey! Lenguaje.—Contesté.

—Lo siento, MAMÁ.—me rezongó Matteo.

Carlo carcajeó. 

—Bueno, bueno peleoneros. Ya fue suficiente. Le estiré mi mano a Matteo para que se levantara y el tonto jaló de ella y me tiró encima de él. Nuestras narices chocaron y ambos nos quejamos.

—¡Ouch!—Gritamos al mismo tiempo. Comenzamos a forcejear pero no me podía quitar de encima de él. 

—¡Solo levántate!—Se quejaba.

—¡Que crees que estoy intentando hacer!—Respondí. 

Carlo no paraba de reírse y tomó su teléfono y comenzó a tomarnos fotos.

Matteo empezó a empujarme y terminamos dando la vuelta y él quedó encima de mi esta vez. 

—¿No gustabas empeorarlo más?—Le pregunté.

—Cállate, y déjame safarme.—Contestó.

—¡Carlo, ayúdanos!—Gritamos al mismo tiempo. 

Pero en ese momento, justo iba entrando Mariela a la habitación.

—Buenos días Adessa, cómo ama— Se nos quedó viendo unos segundos confundida y dijo.—¿Matteo?

—¡Mamá!—Exclamó al instante. Y por obra del espíritu santo, Matteo se levantó rápidamente quitándose de encima de mi.

—Niños, ¿Qué hacen aquí?—Preguntó evadiendo el hecho de que su hijo estaba sobre mi en una posición muy comprometedora con su otro hijo tomando fotos. 

El cielo en tus ojosWhere stories live. Discover now