Santos Clavos.

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ADESSA.

Llegamos a casa de los Moretti, y lo único que yo quería era un buen baño. 

Entramos a la sala y pregunté.—Bien, ¿Cuál es el plan?

—Es todo parte de una sorpresa. Pero alístate para partir de la casa a las 3, ¿Te parece?—Me dijo Mariela.

—Me parece perfecto. Nos vemos aquí abajo a las 3.—Contesté.

—Todos subieron las escaleras y se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Entré a la mía y vi la foto de la noche anterior en mi mesita de noche. Creo que había sido un poco ruda con Matteo. Sus intenciones no eran malas. 

Recordé que traía unas luces para decorar mi habitación,  y había un espacio justo arriba de mi cama que era perfecto para colgarlas de ahí. Tal vez sería un buen pretexto para hacer las pases con el fastidioso ese. Salí de mi habitación y toqué la puerta de la suya. 

—Pase.—Dijo desde adentro. 

Entré a su habitación y ¡Por la sangre de Cristo y las chanclas de Moisés! Estaba él tumbado en su cama sin camisa viendo su celular. Levantó un poco la cabeza para ver quién era y volvió a tumbarse. 

—¿Qué necesitas?—Preguntó. 

El tipo estaba bueno. Había que reconocerlo. Así que naturalmente me le quedé viendo como estúpida un par de segundos. 

Se enderezó un poco y dijo.—¿Te ayudo?

Volví a la realidad y traté de actuar como si nada. 

—Necesito tu ayuda para algo.—Dije. 

—Dime.—Apagó su celular y centró toda su atención en mi. 

—Quiero hacer algo en mi habitación, pero ocupo habilidades que no destruyan medio cuarto como las mías. ¿Vienes?—Pregunté.

—Depende. ¿Estarás de gritona como acostumbras?—Sonrió.

—Si.—Contesté sin pena.

—Entonces ya voy.—Se levantó de su cama y me hizo una seña con la cabeza para que fuéramos. 

Espera.—Dije.—¿No te vas a poner nada?—Sonreí. 

—¿Qué tiene?—Preguntó.—Yo te vi sin pantalones ésta mañana, ahora tú me verás sin camisa. Estamos a mano.—Sonrió de vuelta. 

Me sonrojé.—¡Hey! Hiciste una promesa.—Le recordé.

—Bien, bien.—Alzó las manos en señal de rendición.—Ya vamos. 

Nos dirigimos a mi habitación y la contempló unos segundos. 

—¿Qué es exactamente lo que quieres hacer?—Preguntó. 

Abrí mi closet y me estiré para alcanzar las luces. 

Se atravesó.—Déjame ayudarte, chaparra.—Bajó las luces y las dejó en mi cama. 

—Gracias.—Dije. Y le saqué la lengua.

Sonrió. 

Quiero colgar éstas ahí. Señalé la pared de arriba de mi cama. Quiero que estén en forma de zig-zag para poder colgar mis fotos. 

—Okay, comprendo. Pero vamos a necesitar más herramienta. Acompáñame.—Salió de mi habitación y se dirigió abajo. 

Lo seguí y salimos de la casa para entrar al garaje que en mi vida había notado. Cuando estábamos caminando hacia allá, una señora que iba pasando por ahí se le quedó viendo a Matteo con una cara... No me reí porque sencillamente podría ser yo. Matteo Abrió la puerta del garaje y había muchas herramientas sobre repisas ahí. Entramos y comenzó a buscar cosas. 

El cielo en tus ojosWhere stories live. Discover now