¡Sorpresa!

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ADESSA.

Cuando los chicos se fueron, me metí a bañar. Mientras tanto, pensaba que era lo que me iba a poner. No sabía que íbamos a hacer, a dónde íbamos a ir, o si solo seríamos nosotros. No sabía nada. Pero el clima del día era muy cálido, y me pareció haber empacado en la maleta un vestido azul cielo con escote de hombros caídos, floreado y con un pequeño listón en el pecho. Nunca me había atrevido a usarlo, pero me parecía un lindo día para hacerlo. 

Salí de bañarme y me cambié. Me puse el vestido, me miré al espejo y sonreí. Había comprado ese vestido hace varios meses, pero no me había atrevido a usarlo porque Myles odiaba los vestidos de flores. Qué imbécil fui. Aún tenía tiempo para hacerme más cosas, así que decidí secarme el cabello y hacerme unas ondas, me hice una media coleta, y solté pequeños hilos de mi fleco al frente. Para el maquillaje decidí que solo me haría las pestañas y me peinaría las cejas, estaba yendo por un look tranquilo y no cargado. 

Saqué un par de arracadas plateadas que tenía guardadas y me las puse; por el tipo de escote decidí no llevar collar, y solo un par de anillos coloridos que me gustaban mucho. 

Estaba terminando de amarrarme las agujetas de los tenis blancos cuando alguien tocó la puerta. 

—Pase.—dije. 

—Oye necesito ayuda.—Dijo Carlo mientras abría la puerta viendo hacia su camisa.—No puedo abotonar este estúpzz—Me volteó a ver. Hubo un silencio de varios segundos y lo volteé a ver confundida.—Wow.—Dijo al fin.

Sonreí. 

—Adessa, te ves espectacular.—Dijo caminando hacia mi. 

—¿Crees?—Pregunté sonrojada. 

—¡¿Qué si creo?! ¡¿QUÉ SI CREO?!—reí.—Pareces... no sé. ¡Hada mágica!—Gritó. Corrió a abrazarme y se lo acepté riendo. 

Se abrió la puerta.—Dios Carlo, dice mamá que dejes de—Me miró a los ojos y esbozó una sonrisa. 

—¿Ahora entiendes?—Dijo Carlo mientras se separaba de mi.

Matteo no dejaba de verme. Recorría todo mi ser con la mirada y volvía a hacer contacto visual conmigo. Se acercó lentamente y sonrió de nuevo. 

—Hasta que te bañas.—Al fin dice. 

Arrugué la nariz.—Unos tenemos la suerte de vernos bien cuando queremos, lamento que no sea tu caso.—Reí. 

Sonrió sarcástico y acomodó una manga de mi vestido. Se dio la vuelta y  jaló a Carlo. 

—Yo lo ayudaré con esto, termina lo que tengas que hacer.—Dijo mientras se alejaba.—Por cierto, no olvides tu cámara.—Cerró la puerta y sonreí. Me dirigí a mi cajón y saqué mi instantánea, tomé un bolso blanco qué tenía y ahí la metí. Caminé hacia mi tocador y me apliqué un poco de perfume, salí de mi habitación y cerré la puerta. 

Matteo seguía con su puerta cerrada, y escuché que Carlo y sus padres ya estaban abajo, así que bajé. Cuando Mariela me vio sonrió y corrió a abrazarme. 

—Dios mío lo bella que te ves. Me encanta.—Dijo. 

El señor Moretti se acercó a mi y me saludó de doble beso en los cachetes.—Bellissimo

Sonreí. Nos sentamos en la sala a esperar a Matteo cuando gritó desde arriba—¡Ya voy!—Bajó corriendo las escaleras y se paró al final de estas. 

—Bueno, ¿Ya nos vamos o qué?—Dijo Carlo mientras se levantaba del sillón. 

Yo no podía parar de ver a Matteo. Llevaba unas bermudas color beige, una camisa azul marino, tenis blancos y una cadenita en el pecho. Pero sobre todo, llevaba el cabello húmedo y despeinado. Yo tenía muy pocas debilidades, pero ese día descubrí que Matteo con el cabello alborotado así, era una de ellas. 

El cielo en tus ojosWhere stories live. Discover now