Buona Notte.

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ADESSA.

No pude evitar notar que Matteo se veía molesto. Todo el camino no me dirigió la palabra hasta que me di la tarea de romper el hielo. 

—Ahora no nos hablamos, excelente. Amo ver como progresa nuestra relación.—Le dije con un tono sarcástico. 

—Estoy empapado, con frío y atascado contigo en un auto. No hay mucho que decir.—Respondió. 

—Yo no te obligué a que me trajeras, Matteo.—Contesté molesta.

 Hubo un silencio profundo.

Suspiró.—Lo sé, lo siento. Es que estoy un poco molesto por tu broma.

—Solo era una broma, me pareció chistoso regresarles su chistesito.—Contesté tranquila. 

—No es eso.—Respondió.—Hace unos meses salí a nadar al río con unos amigos, todo estaba muy tranquilo y divertido hasta que uno de ellos se golpeó saltando del muelle y se ahogó. Cuando mi madre dijo que no sabías nadar, entré en pánico. 

MIERDA.

Hubo un silencio largo.

—Lo siento mucho, no tenía idea.—Dije afligida.—Mierda, de verdad perdón, de haber sabido yo-.

Me interrumpió.—Bien. Ahora sabes que se siente pensar que alguien que te importa casi muere.—Esbozó una sonrisa y rió.

—Eres un estúpido. Quiero que lo sepas.—Ya habíamos llegado a la casa, así que bajé rápido del auto y me puse frente a la puerta. Estaba muy molesta. 

Matteo reía en lo bajo y me alcanzó.

—Solo para que te quede claro que las bromas aquí, las hago yo.—Dijo mientras abría la puerta. 

—No tenías que inventar a un amigo muerto para eso.—Empujé la puerta y subí rápido las escaleras. 

—Adessa, no te enojes.—Gritó.—Corrió para alcanzarme en las escaleras, pero llegué más rápido a mi habitación y cerré la puerta. Escuché como suspiró del otro lado y se dirigió a su habitación. 

Vaya que seguía siendo un imbécil. No podía creer que hubiera inventado esa historia para vengarse. En fin, creo que a pesar de tantos años sin vernos, no había cambiado nada, y tenía que acostumbrarme a eso ya que viviría con él por mucho tiempo. 

Me quité el vestido mojado y lo colgué en el barandal de la terraza para que se secara. Entré de nuevo y escogí nueva ropa para ponerme. Agarré unos jeans rotos, una sudadera negra over-sized y unos tennis. Tomé ropa interior seca y me metí al baño para enjuagarme rápido en la regadera y no tener el cabello tieso. Seguía molesta por lo que Matteo había hecho, pero decidí que no iba a dejar que me afectara su actitud de niño pequeño. Salí de la regadera y me sequé con mi toalla. Mientras me cambiaba, alguien tocó la puerta del baño. 

—¿Qué quieres?—Pregunté seca. 

—Mamá dice que te vayas abrigada.—Contestó. No dije nada y escuché que se marchó de mi habitación. 

Terminé de cambiarme y salí del baño. No tenía caso volver a maquillarme, así que solo sequé mi pelo con la toalla y lo amarré con una pinza. Tomé mi celular del tocador y me di cuenta que tenía varias felicitaciones de cumpleaños. Empecé a verlas desde las notificaciones y me decepcionó un poco no ver ninguna de Myles. No dejé que el pensamiento me invadiera, así que lo apagué y lo guardé en mi bolsillo. Cuando ya me iba, noté que había algo en mi mesita de noche. Me acerqué y vi que había varios cartuchos nuevos para mi cámara y una foto encima. 

El cielo en tus ojosWhere stories live. Discover now