Capítulo 3 ~ Justo en la parte más superior de la mejilla izquierda

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Capítulo 3

***

«Querido Fred,

Ayer estuve en la Madriguera. Me gusta ir a visitar a tu madre con Reg. Le viene bien, me viene bien.

Aprovechamos los rayos del sol que se dignan a honrarnos con su presencia en este lluvioso invierno y paseamos cerca del lago pero, cuando volvimos a casa, Harry estaba allí. Suelo quedarme aunque tu madre tenga visita, pero ayer no pude soportarlo.

No me malinterpretes, quiero a Ginny y Harry y sé que han sufrido mucho hasta estar como ahora y que deseaban aprovechar hasta el último día de las vacaciones. Pero consiguieron que un escalofrío desagradable me recorriese la piel... Harry la miraba justo como tú solías hacerlo conmigo.

Quería gritar, que el amor hace daño. Quería decir en voz alta, que te hipnotiza hasta hacerte caer en sus redes y luego se venga de una forma cruel. Así funciona las cosas del corazón, pero no me pareció justo. Todos merecen vivir la felicidad de esa utopía.

Así que me fui, pero al llegar a Grimmauld Place estuve sola y no pude evitar ponerme a pensar en tí y el dolor que alberga mi alma por el recuerdo de todos los buenos momentos que vivimos juntos y que jamás podrán repetirse.

Pensé, realmente pasó por mi mente la idea de que no puedo vivir sin tí, pero... ¿qué pasaría si te viera de nuevo? ¿Me traerá de vuelta todo el dolor que trato de reprimir en mí misma? ¿Seré feliz a tu lado?

Pero luego miro a Reg, y... ¡Por Merlín! Haría lo que fuese por ese niño, aunque eso suponga vivir en agonía hasta el final. Así que sólo me queda una cosa que dar vueltas en mi mente...¿Podré algún día pagar el precio de todo lo bueno que vivimos y así saldar la deuda con el dolor?

Denébola Leónida Black.»

***

Sábado 13 de febrero de 1999.

Denébola dejó la pesada caja de cartón sobre la mesa del salón cubierta con una leve capa de polvo y se limpió el sudor de su frente con la palma de la mano.

Estaba agotada de subir las escaleras varias veces y tenía los músculos adoloridos. Definitivamente debió de haber averiguado como retirar todos los encantamientos protectores para poder haberse aparecido allí dentro y hacer todo más sencillo. Pero de nada servían ahora los lamentos.

Estiró uno de sus brazos por delante de su pecho e hizo presión con su otra mano para liberar la tensión de su espalda. Había sido la última caja.

La puerta de entrada, que Dené había dejado abierta a propósito, chirrió cuando le dieron un pequeño empujón con el pie y trató de poner su mejor sonrisa.

--No tendrías que haberte molestado, Dené. Demasiado me has ayudado ya ofreciéndome éste piso.

--Era lo menos que podía hacer, amor. Aún estoy en deuda contigo --aseguró y observó como el joven se acercaba a ella para depositar un baúl pesado.

--No, no lo estás.

--Draco --nombró la joven y el rubio la miró--, jamás olvidaré que fuistes tú quién me avisó del ataque en la clínica. Gracias a tí no pasó nada grave.

--Estuviste en coma, Dené.

--Mejor eso que muerta --murmuró sin tacto y Draco se estremeció--. Lo siento, aún no controlo que puedo decir y que no en voz alta.

Cómo me enamoré de la última de los Black. || Libro 2 • GEORGE WEASLEY ||  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora