Capítulo 11 ~ Volverte a ver

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Capítulo 11

(Advertencia: +18. Contenido de situaciones explicitas en contra de la integridad física de una persona.)

***


«Querido Fred,

Ahora no lloro tu ausencia, pero sigue haciendo mella en George y en mí. Es un vacío que vive entre nosotros y que a veces nos separa.

Eres y siempre serás nuestra persona, y eso nos desarma. Luchamos a contracorriente para que no nos impida avanzar, y eso me duele. Me duele porque tengo que enfrentarme a tu recuerdo, que es algo que nunca quiero olvidar.

Denébola Black»

***

Jueves 26 de diciembre de 2002

Una campanada sonó en el silencio del alba. Denébola rompió su duermevela y se incorporó en la cama, aún aferrada a las sábanas. Recordaba perfectamente, a pesar del sueño que aún se apoderaba de ella, que habían apagado el mecanismo de aquél reloj de pared hacía años, cuando Reg aún era un bebé.

Eso la desconcertó, mientras trataba de hacer desaparecer el cansancio frotando sus ojos suavemente. Debía tratarse de otra broma de su hijo, sin duda. A su lado, George dormía aún, plácidamente, deleitándola con unas vistas perfectas de toda la curvatura de su espalda desnuda. Eso la sonrojó y, cuando se retorció entre las sábanas de forma nerviosa, comprobó que ella tampoco llevaba su ropa.

Recordó cada momento de la última noche con anhelo, deseando volver a estar bajo el ardiente cuerpo de George y sentirle de esa forma. Pero había ocasiones, justo como esa mañana, en las que después volvía a nacer ese sentimiento de culpa dentro de ella. Era pequeño, pero invasivo y consumía cada célula de su piel que aún se excitaba por el recuerdo latente de cada caricia. Era algo que siempre viviría en ella.

Se levantó con cuidado. No quería interrumpir el agradable sueño que parecía estar viviendo George, por la dulce sonrisa que bañaba su rostro calmado. Y se adentró en el baño. Jamás lo reconocería, pero había algunos días en los que aprovechaba que aún su novio dormía para calmar un llanto incipiente bajo el amparo del agua que cubría la tina.

Era bastante sencillo, de hecho, y salía renovada. Sólo debía adentrar todo su cuerpo bajo el agua y llorar sin filtros hasta que no pudiese aguantar más la respiración.

Tomó aire en cuanto adentró casi todo su cuerpo en el agua templada y cuando llenó sus pulmones introdujo su cabeza bajo el agua. No solía aguantar más de un minuto y medio al principio, pero lo había repetido tanto y durante tanto tiempo que ya casi alcanzaba los tres.

Boqueó al salir del agua y se aferró a ciegas al borde de la bañera.

-¿No crees que deberías dejar de hacer eso? Es un poco imprudente.

Dené abrió los ojos con sorpresa entre los jadeos que aún trataban de recuperar el aire. El agua aún corría por su rostro dibujando surcos en sus mejillas. -Tú no deberías... No puedes estar... Tú...

-No debería estar aquí -completó ante el balbuceo de la mujer-. Eso es cierto, pero parecía que necesitabas un poco de ayuda.

El chico acercó una de sus manos hasta acariciar el rostro mojado de Dené, quién entrecerró sus ojos disfrutando de un contacto que casi había olvidado.

-Te fuiste -le culpó. Las lágrimas habían vuelto-. ¿Porqué?

-Había llegado mi hora -murmuró. Estaba sentado sobre el suelo húmedo, dejándose caer contra la bañera de forma que su rostro estaba muy cercano al de Dené, que no había dejado de acariciar-. Quizás ahora no puedas entenderlo, pero lo harás cuando llegue el momento.

Cómo me enamoré de la última de los Black. || Libro 2 • GEORGE WEASLEY ||  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora