Capítulo 8 ~ Te presto mis ojos, para que veas lo hermosa que eres

286 20 1
                                    

Capítulo 8

(Advertencia: +18. Contenido de prácticas explicitas. Cualquier práctica sexual debe ser consensuada y de mutuo acuerdo. No es no, quizás es no. Sí es sí, y si luego dicen que no, es no. No romanticemos actos que actúen contra la integridad física y mental de una persona.)

***

«Querido Fred,

Cuando llegaste a mí, apenas me bastaron unos días para saber que estaba enamorada. Quizás fue el encanto de la navidad, quizás es que estaba tan rota que la mínima muestra de aprecio sirvió para enmendarme. Lo que sí sé es que comprendí que era el amor y que cada día de mi vida era más feliz y bonito a tu lado.

Me dabas la paz que necesitaba, pero también la chispa que me dió vida, tanto que caí rendida a tí.

Ahora agradezco aquella tarde de diciembre del día en que nos conocimos y en el gran favor que me hizo el destino al ponerte en mi camino. Pero te fuiste, dejándome cada noche con el sueño de volver a besar tus dulces labios, de volver a estar entre tus brazos, hasta que mi corazón lo reconoció a él.

Con el tiempo lo he comprendido. Tuve que enamorarme de ti y sufrir tu pérdida para poder aprender que era el amor y poder volverlo a vivir cuando estuviese preparada.

Gracias, Fred. Estaré eternamente en deuda contigo. Me diste lo más bonito de mi vida, y jamás sabré como pagártelo.

Denébola Black»

***

Domingo 27 de febrero del 2000

La brisa movía sus cabellos de forma suave, acariciando su espalda. Hacía frío, pero no le importaba, su alma estaba mucho más gélida.

Lo entendía, pero también dolía. Su corazón era un simil del propio tiempo que acontecía, encapotado y avecinando una tormenta, de esas que forman grandes charcos tras un día lúgubre de lluvia intensa.

Todo se veía bajo un filtro gris y apagado, monótono y aburrido, que iba a juego con su mirada triste y que le recordaba a aquellos tiempos, dos años antes, cuando Voldemort aún los tenía atemorizados.

Suspiró de forma triste y se giró para volver a la casa. Generalmente no bajaba los escalones que separaban la puerta principal de la calle, pero ese día necesitaba de aire fresco que no podía conseguir desde el alféizar de una ventana.

La casa Black le parecía claustrofóbica en la última semana a pesar de lo espaciosa que era realmente, además de sumamente solitaria desde que...

...desde que Reg llamó a George papá.

Intentaron mutuamente quitarle hierro al asunto, más aún desde que ella abrió totalmente su corazón al decirle que lo quería pero, esa misma noche, bajo el amparo de la tenuidad de la luna cuando los besos comenzaron a subir de tono, Dené comprendió que quizás los sentimientos no eran correspondidos.

«Las caricias de George recorrían su cuerpo con delicadeza, desde sus piernas hasta su espalda, como si se tratase de una frágil obra de arte. La camisa del chico estaba completamente desabrochada, permitiéndole sentir su piel cálida sobre la suya.

Hasta respirar se había convertido en algo secundario desde que sus labios se fundieron en un beso que ambos habían ansiado.

Un cosquilleo recorría la pálida piel de Denébola, como siguiendo un trazado camino que iba hasta su entrepierna y provocaba que sus ganas de sentir al pelirrojo más cerca aumentaran exponencialmente. La erección de George podía sentirla rozando con su feminidad aún por encima de la ropa que les separaba, y eso conseguía humedecerla.

Cómo me enamoré de la última de los Black. || Libro 2 • GEORGE WEASLEY ||  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora