V La lección del castor

40 2 0
                                    

Con cuidado y dedales lo buscan, lo persiguen
con no poca esperanza y más de un tenedor,
lo amenazan con acciones de los ferrocarriles;
finalmente lo hechizan con sonrisa y jabón.

Urdió el carnicero un ingenioso plan,
con la idea de hacer una incursión él solo;
y decidió elegir un desierto lugar:
el valle más recóndito, lúgubre y angustioso.

Peto idénticoplan se le ocurrió al castor,
y eligió por su cuenta idéntico lugar.
ninguno, con palabras o gestos reveló
el último disgusto que expresaba su faz.

Pensaba cada uno que el otro no pensaba
sino en el Snark, y la aventura del día;
y ambos intentaban fingir que no asechaban
la presencia del otro por esa misma vía.

Pero el valle se hacía cada vez más estrecho,
y oscureció, y el aire se volvió más gèlido,
hasta que -por los nervios, no por común acuerdo-
fueron caminando los dos, hombro con hombro.

Un estridente grito hizo vibrar el cielo:
Palideció el castor de la cabeza al rabo,
y hasta el carnicero se sintió un poco raro,
pues ambos comprendieron que el peligro era cierto.

Evocó el carnicero su niñez muy lejana,
una vida distinta, inocente y feliz;
el sonido tan claro le hacía revivir
el chirrido de la tiza sobre la pizarra.

"¡Es la voz del Jubjub!", de pronto exclamó
uno que pasaba por tonto a los ojos de los demás,
y añadió con orgullo: "Ya expreséi opinión
una vez, que diría, muy bien, el capitán."

"El canto del Jubjub habrá que ir cantando,
y podrân recordar lo que he dicho dos veces:
¡La canciôn del Jubjub, la prueba es concluyente,
pues tres veces lo dije, ni una más ni una menos."

El castor fue cantando con extremo cuidado,
atento a todo y sin perder ni una sílaba;
más gruschifló, rendido y muy decepcionado
al oír ppr tres veces la frase que se ha dicho.

"Si a dos añado uno... Si se me da el contar
al menos con la ayuda del pulgar y los dedos".
sollozô al recordar que en sus años primeros
había descuidado la tabla de sumar.

"Eso bien puede hacerse, exclamó el carnicero,
y ha de hacerse, repito, eso me queda claro.
¡Va a hacerse!... Tráiganme papel, pluma y tintero
del mejor, y saldremos al fin de tanto apuro."

EL castor, apremiado, trajo papel y tinta,
de plumas y carpetas una gran provisión.
Extrañas criaturas dejaron sus guardias,
cual asombrados testigos de aquella operación.

Absorto el carnicero, que escribía
con una pluma en cada mano, no puso atención,
y usaba al escribir una prosa tan burda,
que hasta el necio castor, sin querer, la entendió.

"Si partimos de tres para nuestro argumento
-cifra muy conveniente y de fácil recuerdo-
tras añadirle siete y diez multipliquemos
luego por un millar, menos ocho en total".

"Si ese producto atiende, dividimos entre nueve
centenas más dos, y de tal cantidad
restamos diecisiete, el resultado debe
exactamente ser el número cabal."

"Explicarte podría con gran placer el método,
ahora que tan bien lo manejo y está presente en mí,
pero no tengo tiempo, ni tú tienes cerebro,
además de que tenemos mucho que discutir."

"En un segundo he visto lo que por mucho tiempo
estuvo sumergido en un misterio total;
ahora voy a soltarte, sin alterar el precio,
una lección sin academicismo de Historia Natural".

Y el carnicero comenzó su lección
(Olvidando toda norma de urbanidad,
pues instruir a otro sin previa introducción
resulta inconcebible en Alta Sociedad):

"El Jubjub es un ave de furioso carácter,
que vive en un estado de còlera perenne;
muy raros son sus gustos en materia de trajes,
pues él va por delante de las últimas modas."

"A todo conocido le reconocerá
y no acepta jamás que nadie lo soborne;
le gusta recaudar en Tés de sociedad,
de pie frente a la puerta, aunque él nada pone."

"El sabor de la carne es mucho más sutil
que el sabor del cordero, los huevos o las ostras
-algunos la conservan en tarros de marfil,
otros la huardan en barril de caoba-"

"Se sazona con cola, se cuece con serrín;
con cinta de pegar y lasngosta se espesa,
sin olvidar jamás que su auténtico fin
es el de preservar su apariencia simétrica."

Aunque de buena gana, hasta el siguiente día,
el carnicero hubiese seguido dando su lección,
la concluyó diciendo, llorando de alegría,
que ya consideraba su amigo al castor.

Y el castor confesó, con ojos emotivos,
mucho mâs elocuentes que el propio llanto,
que en cosa de minutos más había aprendido
que en libros que leyera durante muchos años.

Volvieron de la mano, y el capitán, conmovido
en forma pasajera por la noble emoción,
declaró: "¡Esto compensa por los días aburridos
que hemos pasado juntos en la navegación!"

Castor y Carnicero se hicieron tan amigos
que cosa parecida no se ha visto jamás;
y ya es siempre lo mismo, en invierno o estío;
el uno sin el otro se han visto ya jamás.

Algunas disputas a veces surgían -pues no siempre,
por más que uno se empeñe, se pueden evitar-,
y el canto del Jubjub siempre volvía, mentalmente,
a reforzar aún más esa eterna amistad.

Alicia a través del espejo: la caza del Snark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora