1 - Mikela

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El acto de amar, no, el querer recibir y dar afecto es algo que nos hace humanos y, por muy breve que sea, todos hemos dado o recibido ese afecto.

– ¿Qué haces?.

Pero, el hecho de yo recibir amor, es algo que debería considerarse imposible.

– Nada, cariño.

El yo estar haciendo esto debería ser un pecado.

– ¿Entonces, por qué te ves tan preocupada?.

– No pasa nada, amor, solo estoy algo agotada.

No, de hecho, está claro que seré castigada.

– Entonces, ¿no quieres ir?.

– ¿Qué tal si nos quedamos esta noche? Tu y yo solos, en esta cómoda y agradable cama.

– Siempre se puede faltar a una reunión o dos cuando eres el jefe.

El hombre al frente mío no es otro que mi actual novio, sin embargo, solo lo será durante un tiempo.

– Adelante.

Me recuesto sobre la cama, y levanto mis brazos como señal de que debería acercarse.

«O eso se supone que debe pensar él».

– Ya era hora de que me...

Y de la nada, incluso antes de que dar un paso, una bala atraviesa su cabeza, dejando una atroz mancha de sangre en el suelo. Podría sonar asqueroso o aterrador, sin embargo, es una escena a la que estoy acostumbrada, ya que es mi trabajo, mi maldición, y mi pecado, del cual por mucho que quiera, no podré escapar.

°°°

– Mikela, ven aquí.

Al poco tiempo de nacer, mis padres me dieron en adopción.

– Si, padre.

Y luego de 5 años, logré conseguir una familia, o al menos eso pensé.

– Hiciste un gran trabajo, Mikela.

– Le agradezco, padre.

Haciéndose pasar por personas normales, una joven pareja me adoptó, dos enamorados que al no poder tener hijos recurrieron a la adopción. Pensé que seríamos una familia perfecta llena de felicidad, los muchos libros que habitaban en la pequeña biblioteca infantil me lo decían, pero, dicha familia poseía un oscuro secreto, del cual tanto yo como mis muchos hermanos fuimos víctimas.

– Ve, descansa y espera nuestra próxima misión.

– Entiendo.

Entrenados para obedecer, para matar, incluso para morir, somos los hijos de la muerte, y la vida se ha encargado de dejarnos eso claro.

°°°

– Hermana, que gusto verte.

– ¿Cómo estás, Dieb?.

– Feliz de volverte a ver hermana. Me dijeron que estabas en una misión muy importante, incluso llegué a preocuparme un momento.

El pequeño chico al frente mío es uno de mis muchos hermanos adoptivos, otro de los muchos niños sin esperanza que llegaron a este lugar a morir. Sin embargo, aquel niño que llegó hace tantos años no tenía habilidades para la batalla, de hecho, era un debilucho llorón, pero con un gran corazón, sin lugar a dudas, alguien que de una forma u otra no estaba hecho para esto.

«Alguien que NO debería estar aquí».

Pero, una vez lo sabes todo, la única salida es la muerte, y mi Dieb no sería la excepción, desde que llegó estaba condenado a ser carne de cañon, y yo, al ver eso, decidí protegerlo, viéndome obligada a cumplir cualquier misión que llegara durante muchos años. Manche mis manos de sangre una y otra vez con el simple fin de ganarme la aprobación de Padre y reclamar así, entre miles de premios, a este chico.

MikellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora