2 - Desesperación

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Me doy un fuerte golpe al caer en las alcantarillas, ya que, al intentar aterrizar con la protección de las piernas, la fuerza de la caída hizo qué solo terminaron siendo una especie de amortiguadores, y terminé golpeando igual el resto de mi cuerpo. Fue un dura caída, pero, no he muerto, y mi cuerpo sigue funcionando.

«Duele, pero aún funciona».

Y mientras me levanto, logro apreciar como la puerta secreta de la alcantarilla es cerrada, recuerdo el día en el que padre me dijo que éste lugar estaba hecho para escapar de un ataque, y la puerta se cerraría al instante en donde vea a algún humano aquí adentro, por lo cual sirve tanto de laberinto como de ruta de escape. Supongo que debo agradecer el que me hayan obligado a aprenderme todo este laberinto, ya que este lugar conecta con mi casa. Una vez de pie, me quito las partes más pesadas de la armadura y aun con todo el dolor que siento, empiezo a correr.

Tengo una bala insertada en el brazo izquierdo, y una en la zona del hombro del mismo. He perdido toda movilidad en ese brazo y ahora mismo solo puedo considerarlos peso muerto. Pero incluso así, no puedo darme el lujo de perder un brazo. Ahora mismo, solo tengo que correr, y no mirar atrás.

°°°

El recorrido a mi casa duró poco menos de 10 minutos, y me maldigo a mi misma por tardar tanto, pero la desesperación junto con el dolor en todo mi cuerpo logran hacer que mi corazón tiemble. Ya aquí, abro con calma la puerta de mi casa, un pequeño lugar ubicado a tres calles de la Gran Mansion, el lugar donde vivo con mi hermano y un par de sirvientes que Padre contrató. Conociendo a Padre, lo más seguro es que esos dos sirvientes hayan atacado a Dieb.

«Eso explicaría el porqué no logré comunicarme con el mientras corría camino hacia aquí».

Y viendo la situación, abro con lentitud la puerta, pero si estuviera en mejores condiciones intentaría entrar por la ventana de arriba, pero eso ahora mismo se me haría imposible. Una vez dentro, cierro la puerta, notando que las luces están encendidas, y entonces, siento como algo viene directo a mi.

Es un cuchillo, el cual esquivo por muy poco. Yo agarro ese cuchillo, y miro a aquel que lo lanzó, siendo el mismo un sujeto que nunca en mi vida había visto, el cual estaba en la sala, mirandome con arrogancia.

«Padre cayó muy bajo si es que contrató sicarios para este trabajo».

El sujeto por su parte, lanza otro cuchillo, el cual también esquivo mientras corro directo hacia el, e incluso antes de que notarlo, el mismo cuchillo que me lanzó, ya estaba atravesando su frente, y una vez dentro, junto toda la fuerza de mi mano derecha, dándole un giro al cuchillo.

– No permitiré, que me dejen sola.

Saco el cuchillo de su destruida frente, y me pongo en una torpe posición defensiva con un brazo. Tanto la habitación de Dieb como la mía están en el primer piso, eso, ya que conecta con una salida de emergencia que yo misma creé. Mis manos, llenas de sangre, tiemblan de miedo al pensar que he perdido a mi hermano, pero una parte de mi dice que él está a salvo. Sin calmar mis pensamientos, sigo con mi camino desde la entrada hasta mi habitación, lugar donde hay otro sujeto distraído con las armas en la pared, así que lo asesino de una forma similar al primero.

Reviso la pequeña habitación y agarro uno de mis cuchillos especiales, siguiendo entonces con mi camino a la habitación de Dieb. Sin embargo, justo antes de entrar, una mujer intenta atacarme por la espalda, y sin pensarlo mucho, corto con pulcritud su cuello, luego abro la puerta, y me encuentro a otro sujeto que nunca antes había visto, mientras que a sus dos lados se encontraban los sirvientes que Padre nos había ofrecido, muertos, cada uno tenía un disparo en su pecho, justo en el corazón, pero ahí, justo donde está, ese mismo sujeto tiene un cuchillo rozando el cuello de mi hermano.

– Suelta, suéltalo.

Me acerco mientras tiemblo con fiereza, y recuesto mi hombro en la pared, ahora mismo no estoy en todos mis sentidos, mí cuerpo tiembla y no creo poder mantenerme de pie por mucho tiempo. No puedo lanzarme a atacarlo, ya que si fallo por unos milímetro podría hacerle daño a mi hermano.

– Bienvenida, Mikela.

El sujeto deja salir una arrogante sonrisa.

– ¡E-Espera!, ¿qué te pasó?.

Sin embargo, al ver mi deplorable situación, él se sorprende, cosa que también despierta mi interés.

– ¿Q-Qué?, ¿acaso no te contrató Padre para asesinar a Dieb?.

– Asco, nunca trabajaría para ese hombre.

El sujeto pone una mueca extraña, y entonces, vi una chispa de esperanza.

– Por favor, ayúdanos.

Intento acercarme, pero mis piernas fallan, y en una posición cuanto menos humillante, le pido ayuda a este desconocido.

– Eres libre de matarme si gustas, pero, por favor, cuida a mi hermano. Ayudalo a escapar de las garras de la Familia, lo que sea que me pase a mi no importa, solo quiero, solo quiero que el esté bien.

Sin quererlo, pequeñas lágrimas empiezan a bajar por mi cara. Tal vez debido a lo desesperante y humillante de la situación, pero, si alguien me quita a mi Hermano, yo misma moriré por dentro.

«Mi vida entonces no valdrá nada».

– Hermana, por favor, no lo hagas.

– Hermano...

Dieb, quien creí estaba inconsciente, me mira con determinación.

– N-No pierdas todo por alguien como yo, Mikela.

Al escuchar esas palabras, entendí algo, algo que rompió la poca fortaleza que me quedaba, algo que debía dejarle claro de una vez por todas a ese tonto hermano mío.

– ¡No lo entiendes!, ¡aquí tu eres mi todo, maldición, tu eres todo para mi!.

Al final, de una forma u otra termino estallando en lágrimas, mientras le grito con toda mi fuerza a Dieb.

– ¡Sin ti solo sería una marioneta, una simple máquina de matar!. ¡Eres tú quien me hace ser humana, eres tú él que me hace ser Mikela, Dieb!. ¡Y aún más que todo eso, eres tú la razón por la que quiero volver todos los días a casa! ¡Sin ti yo no sería nada!.

Viendo la situación, empiezo a decir todo lo que me he guardado, ya que tal vez nunca nos volvamos a ver. Todo lo que mi corazón se guardaba lo dejé salir.

– ¡Eres la única persona en este mundo por la que daría mi vi...!

– ¡CÁLLATE!.

Sin embargo, Dieb me interrumpe.

– ¡Cállate, por favor, cállate!.

Mi hermano, lleno de sangre, también empieza a llorar.

– ¡No me hagas ésto, por favor, no lo hagas!, ¡ya casi soy un adulto, déjame tomar mis propias decisiones!. Señor, no me importa lo que me pase, pero por favor, deje vivir a mi hermana, ella podrá salir de es..., ¿qué?.

Sin embargo, cuando Dieb ve a aquel sujeto, el mismo está empapado en lágrimas, a lo que yo también dejo salí una expresión de sorpresa.

– Que relación tan hermosa, incluso me hicieron llorar, maldición.

El sujeto suelta a Dieb, y entre llanto, o risa, me ofrece su mano.

– Supongo que me arrepentiré de esto por el resto de mi vida.

Y de un momento a otro, el sujeto al que le ofrecí mi vida se convirtió en nuestra única esperanza.

– Llámenme Neir, el placer es suyo.

Un arrogante sujeto.

MikellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora