ᴀɴꜱᴡᴇʀ | ᴀᴛᴇᴇᴢ

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Anclado el barco en la arena, los ocho tripulantes bajaron y se encontraron con un hermoso cerco verdoso lleno de árboles de distintos tamaños, arbustos de formas peculiares y hojas de diferentes tipos. La grandeza de éste era más allá de lo que imaginaban, parecía como si docenas de titanes estuviesen frente a ellos. Pero era inofensivo. Ese cerco en realidad ocultaba lo que había detrás de éste.

Cuando comenzaron a caminar y a cruzar este cerco, sus miradas se concentraron en lo que poco a poco aquella isla dejaba ver.

Estaban maravillados ante lo que veían, era una isla como cualquier otra con el mar rodeándole, había más arboles dentro, una carretera intransitada, lugares pequeños que una ciudad tendría, un pequeño parque con pista de skate y...

― ¡¿Otra vez?! ―exclamo Jongho cuando noto como estaba vestido.

―Supongo que, a cada isla que vayamos, nuestros atuendos y cabello cambiarán. ―respondió un tanto intranquilo Yunho.

Todos vestían de una forma casual con una mezcla juvenil y colorido. Los anteriores colores de cabello desaparecieron: Hongjoong portaba un brillante rojo, Yeosang y Seonghwa compartían un castaño claro, Wooyoung un negro azulado, San portaba un rubio, Mingi tenía un azabache claro, Yunho un verde chicle y por último Jongho un castaño/platinado.

El hermoso cielo azul les recibía y acompañaba en su caminar, aun no tenían un punto fijo a donde ir, se sentían perdidos, sobre todo porque no entendían que clase de camino les quería mostrar el mapa que Seonghwa traía en sus manos.

― ¿Nos separamos? ―pregunto Mingi.

―No, sigamos juntos. Es una forma de prevención, ya saben. ―respondió Hongjoong yendo al frente.

― ¿Qué estamos buscando exactamente? ¿Aquí está la espada de Hades? ―miro Wooyoung a Yeosang buscando la respuesta.

―La primera de tres, debemos encontrarla antes que ellos. ―el pelinegro asintió y alcanzo el paso a los demás cuando noto que estaban alejándose.

Llegaron a una pequeña tienda ubicada entre otros lugares igual de pequeños que esa. Seguían entendiendo poco el por qué había ese tipo de lugares en una isla si se supone no es una isla o ciudad habitada. Cada cosa era más extraña que la otra, pero fijarían sus ojos en buscar aquella dichosa espada para salir rápido de ahí e ir tras las otras dos.

La curiosidad de Jongho y Mingi era más grande en aquella pista de skate. Ambos se dirigieron hacia ésta notando los grafitis de diferentes diseños; no tenían una forma fija, no había nada que admirar, solo el número 8 escrito dos veces. ¿Acaso era una casualidad?

―Deberíamos irnos. ―el menor asintió y los dos se retiraron del lugar.

Entraron a la misma tienda donde los demás entraron, vieron que seguían mirando todo lo que estaba en las estanterías repletas de comida diversa; los estómagos rugieron, bajaron sin comer así que era llamativo ante sus ojos.

―No tomen nada, no sabemos si es peligroso o no. ―advirtió Hongjoong.

―Es comida. ―dijo San.

―Pero no sabemos lo que contiene, más vale prevenir, por favor. ―añadió Seonghwa y el resto acato la orden.

Un rechinido molesto inundo sus oídos, Yunho estaba moviendo lo que parecía ser una puerta secreta dentro del lugar, giraron sus rostros para mirar a la misma dirección y siguieron el paso al más alto para ver también lo que se escondía ahí.

Wooyoung fue el último en entrar, miro a todos lados para percatarse de que nadie los estuviese viendo y corrió de nuevo la puerta movediza para tapar sus presencias. Bajo las escaleras que conectaban al sótano y sus ojos se abrieron ante lo que vio.

Atónitos miraban el cristal que encerraba la espada tallada en plata pura con pequeños diamantes incoloros que brillaban ante el resplandor de la bombilla que le iluminaba.

― ¿Rompemos el cristal? ―la pregunta de Jongho se quedó al aire. San solo se cercó con una varilla sacada de quien sabe dónde y con fuerza ejercida en ésta rompió el cristal cubriéndose el rostro con su otro brazo.

―Pregunta respondida. ―dijo Mingi tratando de no visualizar sus nervios.

Tenía un mal presentimiento.

― ¿Quién la tomara?

―Que sea quien la libero. ―dijo Hongjoong mirando a San.

Él asintió, se acercó con cuidado sintiendo el filo de la espada y abrazo con su mano la empuñadura de ésta dejando sentir el poder que poseía; carecía de color, era una espada, no tenía que ser llamativa.

Mingi quería decirles que salieran de ahí, que el momento de irse ya había llegado, su corazón no paraba de latir con fuerza y se inquietaba conforme pasaban los segundos. Quería hablar, pero tampoco quería crear pánico o miedo en los chicos.

―San, serás tú quien la proteja. ―menciono Seonghwa clavando su mirada en el chico quien todavía miraba sin palabras aquel artefacto.

―Lo haré con mi vida si es necesario, lo prometo.

No duraron mucho tiempo en silencio cuando Yeosang hablo:

―Oigan, ¿qué es eso?

Señalo las escaleras. De éstas descendía una bruma blanca que crecía conforme bajaba, el octeto se alejó rápidamente chocando contra la pared y tratando de entender a lo que se estaban enfrentando. ¿Este tipo de peligros era a lo que se refería el pergamino? Parecía una bruma inofensiva, la curiosidad aumentaba porque querían saber que era lo que pasaba si la tocaban.

A dormir
A dormir

La desconocida voz que se escuchó en el lugar provoco temor en el octeto que seguía sin pensar en qué hacer. Miraron hacia arriba pensando que esa persona estaba ahí en el techo mirando como ellos parecían ratones en sus ratoneras asustados de lo que se avecinaba.

A dormir
A dormir
El mundo de la ilusión les espera

Esa risa resonó causando eco y chocando contra sus oídos.

Wooyoung miro una vez más arriba notando por las rendijas que era su otro yo quien miraba divertido la escena y canturreaba cosas sin sentido.

― ¡San, la espada! ―grito Yunho antes de caer al piso cuando la bruma lo rodeo.

Ocho cuerpos masculinos yacían tirados en el piso cuando la bruma los toco provocándoles un profundo sueño del cual deben salir antes de que las posiciones cambien.

Dulces sueños, piratas.