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Hazel se levantó aterrada aquella mañana del 86. Era su primer día en la secundaria Hawkins, y para colmo, estaba entrando a mitad del semestre.

Su padre había sido transferido a ese pueblo y no les quedó otra opción que mudarse ahí. Al menos su casa era bonita, y la mudanza obviamente era sinónimo de que a su padre le iba a bien en el trabajo, así que las cosas no iban del todo mal.

Una vez logró levantarse de la cama para vestirse, bajó a desayunar y se encontró con sus padres. Ellos estaban totalmente felices y emocionados por Hazel.

—Todo saldrá bien, ya verás. —le dijo su madre tratando de tranquilizarla ya que había notado su nerviosismo—. Sólo recuerda que debes tener cuidado...

—Es verdad, ten cuidado respecto a las personas con las que te vas a relacionar... Oí que hay chicos muy buenos por aquí, pero así también hay otros que... —Hazel simplemente dejó de escucharlo y rodó los ojos disimuladamente.

Su padre y su madre hablaron sobre eso durante unos minutos más, hasta que por fin finalizaron diciendo: —Recuerda lo que sucedió la última vez que no elegiste bien a tus amigos.

¡¿Qué?! ¡No podía creer lo que oía! A pesar de que no era la primera vez que Hazel oía a sus padres hablando así, no podía evitar sorprenderse cada vez que los escuchaba. ¡No podían ser tan sobreprotectores!.

Hazel estaba cansada de la monotonía de su vida, dónde se suponía que sólo debía importarle ser una estrella académica en la escuela, y recibir la admiración de todos los que los veían como una familia perfecta. Y no es que no lo fueran, sólo que a la chica a veces le parecía que ella en sí no les importaba demasiado a sus padres cuando estaba en casa, separada de la estudiante estrella.

De camino a la escuela fue pensando en 'lo que había sucedido la última vez por no elegir bien a sus amigos'. Suspiró con enojo. ¡Sólo había salido con unos compañeros de su anterior instituto, por lo cual, no pudo estudiar del todo bien para un examen. Aún así había aprobado, pero claro, sólo pasar no era suficiente.

—¡Hey! Cuidado, ¿estás bien? —de repente escuchó la voz de un chico que la sacó de sus pensamientos. Vio sus carpetas tiradas en el suelo y se frustró ante su torpeza. Iba tan sumida en sus pensamientos que apenas notó que se encontraba a unos pasos de la entrada de la que sería su escuela.

—Déjame ayudarte con eso... —oyó de nuevo al chico, además de unas risas de otras personas que se burlaban de la situación.

Ambos se agacharon para tomar las cosas del suelo, y ella aprovechó ese instante para mirar disimuladamente al chico, quien tenía los ojos marrones al igual que su cabello, el cual era largo.

—Ten... —dijo pasándole unas hojas—. Sinceramente no sé si yo te choqué a ti, o si tú me chocaste a mi, pero no me respondiste; ¿te encuentras bien? —cuestionó nuevamente.

Ella asintió. —Gracias, por cierto.

Él sólo sonrió y se alejó para ingresar. Ella lo siguió y cuando estaban en la puerta, un chico de cabello rubio se cruzó, chocando a propósito al de cabello largo. —¡Oh, lo siento, Eddie! No fue mi intención. —todos sus compañeros del equipo de basquetbol rieron.

Eddie no dijo nada pero realizó una mueca como respuesta, provocando que más personas de la escuela rieran, incluida Hazel. En consecuencia, el basquetbolista quedó en vergüenza.

Además de que la situación le causó gracia, Hazel también se sintió sorprendida. No pensó que ese chico le respondería al que parecía ser el capitán del equipo de basquetbol.

La primera impresión que tuvo de Eddie fue que era el típico chico que no se preocupa por absolutamente nada, malas notas, probablemente metido en alguna adicción. Básicamente, alguien que sin dudas sus padres odiarían ver cerca de ella, y eso le encantó.

𝟏𝟖 ; Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora