El capítulo.

177 32 6
                                    

—Y estás diciendo que así nada más te invitó a una fiesta —su mejor amiga Sango la miró fijamente mientras Kagome jugaba con el celular, que en unos segundos cayó hacia el suelo—. Parece... Como un sueño.

—Sé que no me crees...

— ¡No! —le interrumpió—. Es difícil de creer, sí. Pero, el Dios macedónico que me dijiste está más delicioso que la mantequilla, ¿te invitó a salir?

—Lo sé, también me sorprende, pero no es una cita, en lo absoluto —tecleó unas cosas en su computador de la oficina y miró hacia otro lado.

Es verdad que pensaba sí fuera una cita, pero muy dentro de ella seguía imaginando que era una broma, tal como con Hojo aquella vez. Aunque al principio se comportó amable y tierno, luego fue un completo bastardo.

Seguía creyendo que era su culpa por haber confiado, una tonta por imaginar que alguien pudiese tener interés en ella—. Iré, me compró un lindo vestido, y ha prometido ver conmigo mis dramas.

— ¿Aceptarás por ver unas series? —la azabache rio por lo bajo y supo que era verdad que no podía aceptar tan tontamente—. Sólo quiero que tengas tu ubicación encendida, y me llames cualquier cosa. ¿De acuerdo?

—Entiendo mamá —su amiga le lanzó una bola de papel arrugada y se echó hacia atrás en su silla—. ¿Has hablado con tu mamá?

—Bueno —tartamudeó pensando qué podría responder a aquella pregunta, no la estaba pasando muy bien, luego de que la diagnosticaran con cáncer de pulmón—. Sigue queriendo morir con plenitud.

— ¿Le explicaron de qué iba el procedimiento? —Sango asintió—. Lo siento cariño, tal vez debas ir a verla.

—Lo haré, ya pedí unos cuántos días, pero aún no me los aprueban.

Y no supo qué más decir, no se conocían de mucho tiempo, aunque ella fue quien le ayudó a entrar a aquella empresa Editorial. La quería mucho y a toda su familia que poco conocía, pero que siempre le mandaban dulces cada que Sango iba de viaje de visita con ellos. Y cuando descubrieron que tenía una enfermedad, no salió de la casa de su mejor amiga en por lo menos dos semanas.

— ¿Quieres ir a comer algo? —la chica azabache y de ojos café asintió riendo—. Ya sabemos que el dulce te anima mucho.

—Tengo que empezar a cuidarme, ¿sabes? 

Sango hizo una mueca burlándose, sabía que Kagome no podía dejar los dulces por más que se esforzara, su amiga se ruborizó, sus mejillas abultadas la hacían verse adorable, tenía una personalidad increíble y sin igual, algo que amaba de ella.

Fueron directo a la cafetería del edificio donde ella escogió unos cuantos panecillos de vainilla y chispas de chocolate.

—Es momento de hablarlo, tengo que saberlo, ¿qué tan grande era?

Kagome tuvo que parpadear rápidamente para darse cuenta de lo que se refería.

—De todos los temas que pudimos hablar, ¿este es el mejor? —la mujer de largo cabello asintió arqueando las cejas con gran interés—. No lo sé, no puedo hablar sobre eso.

— ¿Por qué no? Lo escribes en tus historias todo el tiempo, puedes contármelo.

—Entonces debes saber que lo puedes leer en mis historias.

—No, no, quiero saberlo y quiero saberlo entero —hizo un gesto con las manos en un sentido completamente pervertido.

—Que divertida, pero no creo que sea correcto hablar de las partes de otras personas —Sango asintió y ella se echó a reír otra vez—. Vale, la verdad fue algo nuevo que ver.

El vecino de junto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora