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Yui se removió, sentía su cama más dura de lo normal, aunque, estaba demasiado adormilada para querer moverse.
En un punto, ya no sentía su dura cama, el espacio se posó en negro, viendo a la reina de corazones con un rosal en su mano.
— ¿¡Cómo se atreven a pintar mis rosas!? — ella se escondió detrás de un arbusto al escucharla gritar, no, esa escena, no.
— ¡Mi reina, el culpable es él! — un tres de trebol se hinco, aclamando clemencia, Yui sabía lo que seguía, sintió pena por el soldado de carta...
— ¡No es mi culpa, es culpa del Ace de trebol!— El Ace estaba cubierto por un bote de pintura, tratándose de escudarse de la mirada de su reina.
— ¿Fuiste tú...?
— ¡No, fue el tres de trebol!— Respondió apuntando a su compañero, o no, en ese momento que decidiría su vida, ya no lo eran más...
— ¡suficiente! — La reina no soltó el arbusto, Yui se cubrió los oídos, oh no... — ¡PERDERAN LA CABEZA! — Cientos y cientos de soldados de carta rodearon a esos tres, llevándoselos arrastrando, la risa de la reina resonó en los oídos de la protagonista, quien se los descubrió al ver el cruel destino de aquellas cartas...
— Lo siento... ¿Por qué te equivocaste en el color de rosas...? — Un dos de diamante lo arrastró, en su voz se veía dolor reflejado, más no en su cara, quizá tampoco quería compartir destino con ellos...
