CAPÍTULO 2

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Cada paso que daba estaba cargado de furia y frustración, le costaba mantener la cabeza fría para enfrentar con dignidad a su jefe, pero se dejó llevar por sus emociones.

Al entrar al edificio la recepcionista le miró sorprendida, Kate no se detuvo a darle explicaciones y pasó directamente al elevador, oprimió cuantiosas veces el botón del piso lo que ocasionó que las otras personas que se encontraban ahí le dirigieran una mirada extraña.

Cuando por fin se abrieron las puertas en su destino y se adentró a las filas de escritorios y oficinas, Kate esquivó cada una de las miradas asombradas y unos cuantos susurros comenzaron a llegar a sus oídos:

—Kate está aquí.

—¿No estaba encerrada en un manicomio porque se volvió loca?

—Seguro que sus padres la sacaron del hospital psiquiátrico.

—Escuché que bajó como 20 kilos porque se prometió no comer nada nunca más.

—Tanto drama y no hubo ninguna propuesta de matrimonio realmente.

Llegó a la oficina de su jefe y entró directamente sin tocar la puerta.

Él estaba con las piernas estiradas en su escritorio mientras se acomodaba una almohada de viaje en el cuello, los botones de la camisa se aferraban con gran esfuerzo para no dejar al descubierto su globoso abdomen. Se reincorporó de inmediato cuando levantó la vista hacia ella.

—¡Kate! —la saludó con la voz teñida de confusión y fingida alegría tratando de sonreír.

—Quiero que me expliques la mierda de correo que me acabas de mandar —dijo ella cortándolo de inmediato.

Su jefe se dio cuenta que detrás de ella los empleados asomaban la cabeza o salían de su oficina tratando de presenciar lo que ocurría.

—Linda, ¿por qué no cierras la puerta y pasas a sentarte? —tendió la mano señalándole una de las sillas en frente de él.

—Me voy a sentar porque quiero escuchar cada explicación que tengas, pero no cerraré la puerta.

—¿Por qué?

—Porque no quiero presenciar un asesinato en privado.

El jefe tragó saliva con dificultad y nerviosamente se pasó una mano por su calvicie.

Kate se sentó cruzándose de brazos mientras le dirigía una mirada cargada de furia.

—Tú sabes, Kevin, tú sabes que estuve años con ese bastardo. —él asintió—. Nunca te he dicho que no a ningún trabajo que me has encargado. —él asintió—. Te entrego las fotografías a tiempo, te entrego los artículos a tiempo... demonios, inclusive estos días te he entregado todo antes del tiempo acordado. —él asintió. —¿Entonces por qué mierda me haces esto?

Kevin suspiró.

—Te voy a ser honesto porque llevamos mucho tiempo de conocernos, creo que ya hasta tenemos cierta confianza entre nosotros, ¿no? —soltó una risa la cual se esfumó de inmediato al ver que Kate seguía con la misma expresión seria. —Y también porque le tengo miedo a tu padre así que, si no me matas tú, lo hará él —dijo rápidamente.

—Es entendible.

Kevin tomó una inspiración profunda como si tratara de agarrar valor para lo que diría a continuación:

—La tarea fue encargada directamente para ti. Nos pagaron una cuantiosa cantidad de dinero por adelantado, pero la condición era que hicieras la publicidad tú. Se nos dio la condición de cobrarnos lo que cuesta el trabajo en sí, pero el resto sería para ti. Créeme cuando digo que era realmente cuantiosa.

Roomies sin romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora