CAPÍTULO 1

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EL DUELO

Tick, tock, tick, tock…

El sonido constante del reloj llenaba el silencio de la habitación. Hacía minutos que la batalla de miradas había terminado.

—Entonces… —dijo la mujer.

—Entonces… —repitió Kate.

La mujer levantó una ceja formulando la pregunta en el aire, Kate evitaba su mirada.

Rendida la mujer suspiró.

—Kate, llevamos meses en terapia, ¿y hoy de la nada me dices que te has casado?

—Sí. Por eso es que usted debería de darme de alta, ¿no? Soy feliz, superé a mi ex, me casé y ahora no necesito venir aquí porque la terapia me ha funcionado… ¿verdad?
Sonriendo, Kate levantó su mano y agitó el dedo anular en el que descansaba un hermoso anillo con un pequeño diamante incrustado en el centro. La psicóloga suspiró negando con la cabeza.

—¿Por qué no me cuentas todo lo que pasó desde el inicio?
Kate asintió.

—Pero nada de juzgarme.

Todo empezó en un día normal

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Todo empezó en un día normal.

Los caminos más comunes son los que más suelen sorprendernos porque estamos tan acostumbrados a ir por la vida caminando a ciegas, sin fe de que todo puede cambiar en un segundo.

Esa mañana Kate se sentía así. Una simple visita al supermercado para surtir la alacena y el refrigerador y listo, nada más.
Se calzó los primeros tenis que vio, se hizo un chongo bastante flojo y se limpió el rostro a medias: hacía mucho que no le importaba usar jabón o no, simplemente agua.

Tenía meses así, haciendo una rutina sin sentido. Llevaba unos cuantos meses en terapia porque se lo recomendaron —en realidad, su madre le suplicó que fuera—, pero ese día no tenía cita con su psicóloga.

Antes de salir revisó su reflejo en el espejo de cuerpo completo de la entrada: los pants le quedaban flojos, la blusa parecía ser 2 tallas más grande y los huesos del rostro eran más prominentes, sin olvidar las ojeras que gritaban que apenas había tenido un par de horas de sueño.

No le importó y salió a la calle.
El invierno terminaría pronto, pero se sentía presente en el fresco viento que corría meciendo suavemente las hojas de los árboles. El cielo estaba despejado dando paso a los primeros rayos de sol matutino.

Kate no le tomó importancia, meses atrás el día hubiera sido perfecto para salir a desayunar con su (ex) pareja o limpiar juntos la casa mientras tenían una serie o podcast de fondo. Hacer cualquier cosa con él era mejor que estar caminando sola luciendo peor que un zombi hacia el supermercado para surtir alimento en un departamento nuevo lleno de cajas sin desempacar a pesar de tener casi un año viviendo allí.

Durante el camino se encontró a algunas chicas haciendo ejercicio: la mayoría eran de facciones finas, el cabello largo recogido perfectamente en una coleta alta se balanceaba ligeramente en cada trote que daban, más que correr parecía que flotaban ligeramente mientras revisaban su Apple Watch para ver cuántas calorías estaban quemando.
Kate alguna vez fue como ellas. No quería pensar en lo mucho que habían cambiado las cosas desde entonces, se negaba a creer que la ausencia de una persona pudo hundirla, pero él seguía con su vida como si nada.

Roomies sin romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora