CAPÍTULO 4 (PARTE 2)

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No supo cuánto tiempo duraron así, cada uno ensimismado en sus pensamientos. Ambos sentían que todo había sido un sueño, una broma del destino o quizás un error en la mátrix. Pero los anillos eran reales, ellos estaban ahí mirando hacia la nada tratando de asimilar lo que acababa de pasar.

—¿Sabes? —comenzó Kate rompiendo el silencio aún en su trance—, yo siempre pensé que me casaría en una catedral, que mi vestido tendría una cola larga llena de bordado hecho a mano y caminaría con mi padre al altar. Y que la fiesta sería tan divertida que no sentiría los pies en una semana de tanto bailar. Probablemente hubiese sido en la playa bajo la luz de miles de estrellas —rio con ironía ante lo último.

William levantó la vista al cielo. Comenzaba a oscurecer, el sol se escondía dejando los últimos rayos como despedida.

—Yo pensé que no volvería a casarme —soltó Will en voz baja, pero ella volteó la cabeza rápidamente abriendo los ojos de par en par, sorprendida.

—¿Estuviste casado antes?

Will asintió.

—¿Tienes hambre? —le preguntó él de repente. Ella no sentía el vacío en el estómago cuando llevas tiempo sin comer, pero para ser honestos había estado así desde hace meses, una de las razones principales por las que bajó de peso.

—No, pero te puedo acompañar si quieres.

Él caminó hacia la puerta del copiloto, pero ella lo detuvo tomándolo del brazo y le enseñó las llaves del coche.

—Creo que ya manejé suficiente por hoy. Puedes usarlo, si quieres.

Will se sintió extraño. Primero le daba hogar y ahora le permitía usar su coche, ¿quién era esa mujer, de todas formas? Se sintió inútil, necesitado. Era lo que menos podía aceptar en ese momento. Sin embargo, cuando se disponía a negarse ella le insistió tanto que terminó cediendo.

De pronto se encontraba manejando por las calles transitadas de la ciudad, eran alrededor de las nueve de la noche, hora en que todos salían de trabajar. Miró de reojo a Kate, quien estaba recargada contra la ventana con la mirada perdida. Will pensó que en algún momento iba a querer cambiarse de ropa, pero aún seguía usando su vestido de novia.

Llegaron a un lugar de hamburguesas a las afueras de la ciudad. Kate frunció el ceño.

—¿Qué clase de sitio es este? —preguntó ella.

—¿Nunca habías venido aquí? Son las mejores hamburguesas de la zona, si ando de muy buen humor me atrevería a decir que de la ciudad.

—Creo que nunca he pasado por aquí —se asomó con curiosidad por el parabrisas.

Él volteó a verla completamente sorprendido.

—¿No? ¿Nunca has salido de la ciudad?

Kate negó.

—Por lo general si necesito viajar lo hago en avión, pocas veces he ido en carretera.

Él siguió bastante intrigado por ella, por su vida, por saber quién era.

Pero también tenía muchísima hambre.



Quedaron en que él se bajaría a comprar la comida y ella lo esperaría ahí, ya que no tenía muchas ganas de estar en un lugar público. Después de haberlo esperado alrededor de 30 minutos apareció William caminando rápido, en una mano llevaba una bolsa grande con la comida y la otra se encontraba vacía, pero un bulto bajo el brazo se hizo visible.

Entró rápidamente al coche y le sonrió a Kate, quien notó cómo el rostro de él se hacía más atractivo cuando sonreía.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó ella.

Roomies sin romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora