CAPÍTULO 4 - OTRA VEZ.

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Yo tuve que morir un par de veces para aprender a valorar la vida, y cuando hablo de morir no hablo de dejar de existir. Hay situaciones que matan tu espíritu y mueres aunque estés respirando.

                                                                                                                                                             -Mario Benedetti.

ALAN

Los vejetes se quejan todo el tiempo del dolor en sus articulaciones, el pálpito en sus cabezas y el que no puedan ni cagar sin ayuda. El ser joven y padecer esos mismos problemas es una mierda mayor, sacando lo último claro está. El día en el que no pueda cagar solo voy a pegarme un tiro en la frente.

El dolor de cabeza persiste al igual que esas parejas tóxicas que se juran amor eterno mientras se clavan puñales tras la espalda. Ya no hay pastillas ni medicamentos que me los quiten porque en primer lugar lo que debería hacer es cerrar los ojos y dormir, dejarme llevar aunque sea por un par de horas para recargar energías, pero lo cierto es que eso a mí no me funciona. Algo peor que el insomnio es no tenerlo y de igual forma tener que obligarte a mantener los ojos abiertos.

La hoja de marihuana se pierde dentro de mi boca, volviendo una de mis mejillas más regordetas cuando la mantengo ahí mientras la mastico de apoco. Los ojos se me pierden en la laptop que tengo en frente, redactó el informe que debo de entregar de los últimos movimientos ya que tener cualquier otro tipo de contacto sería un peligro, las alertas están más encendidas que nunca y la central no le baja a su ajetreo. Veo soldados ir y venir con papeles en mano, llevando y trayendo de las oficinas de arriba para que sean firmados.

-Escupe esa mierda si no quieres que te levanten otra acta por desacato-el ruso de enfrente ni siquiera se inmuta cuando le clavó la mirada, sigue en lo suyo pasando en limpio el entrenamiento que las nuevas tropas tuvieron esta mañana.

Escupo la hoja que tengo en la boca y vuelvo a meterme otra, solo por el placer de molestarlo y porque me da en lo huevos que se crea con el derecho de decirme lo que debo de hacer, como si fuera uno de los imbéciles a los que a diario hace llorar. Uno de los nuevos cabos nos informa que el general acaba de llamar a una reunión de la mesa examinadora y que solicitan nuestra presencia.

El pobre imbécil sale corriendo una vez nos ponemos de pie y uno de los Sargentos que anda pululando por el lugar le grita para mandarle hacer otro trabajo. Es una de las tácticas más comunes y básicas el que te hagan sentir que vales menos que un pedazo de mierda, tirando por la borda tus perfectas notas de instituto y las habilidades que poseas en el periodo de adaptación, solo así nos aseguramos que dentro queden los más fuertes. No solo física sino psicológicamente.

Sergei siendo el prototipo de teniente ejemplar primero se presenta con la secretaría para que nos anuncie, yo pasándome por el culo las formalidades que no tienen lugar en momentos como estos decido entrar a la oficina sin llamar. No me sorprende encontrar a los mismos de siempre rodeando el escritorio, con los ojos puestos en los papeles que revisan una y otra y vez. Adrián levanta la vista al verme y hace un gesto de exasperación que no disimula cuando me dejo caer es su costoso sillón de cuero blanco.

-Por cada mancha que aparezca en el tapizado serán las vueltas que vas a tener que dar alrededor de la pista-advierte en cuanto subo mis pies a la mesa de cristal que hay en el centro.

Mi madre se encarga de darme una mirada con la que pretende regañarme al ver como el ruso si saluda a los presentes y se coloca al lado de su capitán, de pie y con la espalda recta y las manos a los costados. Me chupa un huevo lo que hagan los demás, ya suficiente esfuerzo hice al tirar lo que estaba mascando para venir aquí como para andarme con pendejadas cuando en primer lugar no tengo un capitán al cual deba rendirle algún tipo de tributo.

MATICES BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora