A veces las cosas se terminan. Y cuando se acaban, te das cuenta de que hacía mucho tiempo de que todo había muerto. Tú, simplemente te negabas a reconocerlo. A veces el final es la llegada y el comienzo.
- Lucas Hugo Guerra.
MIA
Los momentos de reflexión aparecen cuando tu statu quo se tambalea igual que una hoja de papel.
Después de que haya llegado esa situación límite que te pone a pensar en la vida y en el porqué de su existencia, en el porqué de tu propósito y si en verdad vale la pena sufrir tanto por la causa. Sé que aún soy joven y que probablemente me quede mucho más por vivir y sufrir, pero la verdad es que siento que en el periodo corto de mis dieciséis años me han pasado tantas cosas que creo tener la sabiduría de un anciano. De esos que siempre recalcan que la experiencia te hace más fuerte e inteligente.
Resulta que no en todos los casos es aplicable aquella teoría. Hay situación que por más que las vivas un millar de veces siguen siendo igual de latigantes e inentendibles, porque a menos que estés pagando una condena por pecados que hayas cometidos en vidas anteriores, como, no sé, participar de la inquisición y quemar vivas a todas esas mujeres por pura blasfemia o algo así. De lo contrario no le encuentro el sentido a que la vida sea tan perra que te siga pegando en el mismo lugar que sabe que te revienta, es como volver a enterrar un cuchillo en una herida que ya estaba cicatrizada.
A mí no me sirve el silencio, en momentos como estos lo detesto con todas mis fuerzas. Ya de por sí mi cabeza vive en las nubes, pensando mil cosas a la vez, inventando unas cuantas y fantaseando de vez en vez. Dejarme sumida en la miseria cuando me siento volver a tocar fondo es desalentador, siento como si estuviera encadenada de pies en una piscina olímpica llena de agua. Trato de aguantar la respiración en tanto alguien se digne a llegar a rescatarme, pero esto no es un cuento. Yo no soy una doncella en apuros que debe de esperar a su caballero de brillante armadura para que la socorra.
En la vida real tú eres la única persona que tiene el poder de cortar esas cadenas y nadar hacia la superficie para devolverle a tus pulmones el aire que tanto necesita. Pero es difícil cuando cada que te sientes respirar algo vuelva a llevarte hasta a bajo, colocándote grilletes más fuertes, cadenas más gruesas. Me caga estar tan agotada cuando siento que ni siquiera he comenzado a vivir.
La carretera se vuelve interminable, los pitidos de las bocinas de los coches que pasan y pasan de a ratos me ayudan a regresar a la realidad. El sol de Argentina pelo mi piel nada más de asomar la nariz fuera del avión, a diferencia de Milán aquí el sol está a tope por lo que de mala gana me vi obligada a embadurnarme de protector solar antes de salir del jet privado de la abuela. Al menos tuvo la decencia de dejarme sola y tranquila en una de las habitaciones disponibles, no me dio tiempo de extrañar mucho la vida en el penthouse ya que el avión personal de los Fischer es como una versión más pequeña de donde antes vivíamos.
Una caravana completa nos recibió, tres camionetas negras completamente blindadas con tres hombres en dos de ellas y dos en la que vamos nosotros, por lo que la abuela de mala gana se tuvo que conformar saetándose en la parte de atrás. Cosa que detesta, ya que si bien no le gusta manejar dice siempre estar en el lado del copiloto es ceder solo momentáneamente el control para volver a recuperarlo cuando a ella le plazca, en cambio estar detrás es dejar en las manos de alguien más tu vida. Una filosofía un tanto rara y rebuscada, pero bueno ¿Quién soy yo para juzgar?
Sí a eso le sumamos las dos motocicletas gigantes que nos persiguen a cada lado con tipos fornidos vestidos todos de negro, los compadezco por que se tienen que aguantar el terrible sol pero no dejo de sentirme ajena a la situación. Parecemos unas estrellas de Hollywood por tanta seguridad y la verdad es que no lo entiendo. Sé que la abuela tenía gente cuidándole las espaldas a lo lejos porque odia que la atosiguen pero esto ya raya lo absurdo.
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MATICES BLANCO
RomansaMía era la típica niña tocada con la mágica varita de cristal. Llevaba una vida perfecta con dos padres que la adoraban y estaban dispuesto a hacer lo que sea para mantenerla segura y feliz. Pero lo malo de crear una burbuja enorme llena de comodida...