CAPÍTULO 8 - LO MÁS INESPERADO

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El mundo hay que fabricarselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad.

Ana María Matute.

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MIA

Mi respiración es un desastre, tengo el pulso tan acelerado que siento mi corazón a punto de explotar, pero no me importa, no puedo parar. Obligo a mis piernas a seguir corriendo contra todo pronóstico.

«Tengo que seguir. Yo puedo»

Me repito una y otra vez. El sol todavía no termina de salir, pero aun así mi cuerpo está bañado en sudor, la leve brisa que inunda el lugar no me sirve para nada, mi cabeza va a mil por hora tratando de recordar el camino de vuelta a la mansión. No sé dónde estaba, ni bien quitaron la venda de mis ojos comencé a correr y no pare porque sé que vienen detrás de mí. No pienso parar.

Las piernas me duelen, los pies me queman, comienzo a debilitarme y a perder velocidad, es inevitable, el cansancio se está apoderando de mi sistema. Ya no quiero seguir, pero tengo que hacerlo. Él tiene piernas más largas, si paro ahora me alcanzará en pocos minutos y no me puedo permitir una cosa así. A lo lejos visualizo el gran portón de seguridad de la casa, los guardias de turno están dentro del mismo por lo que será imposible que me vean.

-¡No vas a poder escapar!-grita el hombre que me persigue.

Volteo un poco sin dejar de correr, está a nada de alcanzarme. Trato de tranquilizar mi mente, nunca fui buena controlandola, usualmente es ella quien me domina la mayor parte del tiempo, tengo que arreglarlo, lo sé, pero no es fácil cuando te la han llenado de tanta mierda.

Paró un momento y cuento hasta cinco en mi cabeza, trato de controlar mi pulso y tomar varias bocanadas de aire. Solo cinco segundos me repito, no puedo más.

«Tengo que llegar. Voy a llegar»

Los pasos del hombre están cada vez más cerca, no lo veo pero si lo escucho. Cree que me di por vencida y eso es justo lo que necesito que crea. Escucho sus pisadas, dejó de correr, ahora solo está caminando. Está completamente seguro de que ganó. Unos siete pasos más y lo voy a tener soplándome la nuca.

Uno

Voy contando los pasos mientras respiro.

Dos, tres, cuatro, cinco... no dejo que dé el sexto, corro con todas mis fuerzas y logró desestabilizarlo. El factor sorpresa es un excelente aliado en estos casos y la confianza es el peor de todos. Nunca, jamás debes de confiar completamente, ni siquiera en ti mismo, cuando lo haces dejas de ver alarmas de peligro, te entregas al triunfo sin antes haberlo alcanzado y no logras ver la mano que te arrebata el trofeo.

Vuelvo a parar cuando tengo enfrente de mí la gran mansión, o más bien fortaleza. Ahora sí, ya puedo descansar. Dejo caer mi cuerpo en el césped artificial que hay en el frente de la casa, llevo una de mis manos a mi abdomen y la otra lo coloco en mi cuello tratando de controlar mi pulso. El sol ya salió completamente y me da de lleno en la cara, no me importa, ahora mismo podría haber un terremoto y ni así me levantaría, por más que quiera no podría.

-Nada mal novata-la voz de Ezequiel hace que voltee mi cabeza a un lado, para poder verlo.

No está en tan mal estado como yo, él está acostumbrado a estas cosas. Pero eso no quiere decir que esté en perfectas condiciones tampoco. La camiseta blanca de deporte está casi transparente por el sudor, desde aquí tengo una vista perfecta a sus abdominales. De sus grandes y atractivos abdominales de chocolate.

MATICES BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora