-¿Por qué algunas personas duermen tanto?-preguntó el niño al anciano.
-Porque a veces la tristeza se nos va durmiendo. Justo ahí, cuando se cierran los ojos, se nos pasa un poco el dolor del corazón.
-Joel Acosta.
MIA
La voz de la abuela se escucha a lo lejos mientras intenta darme razones, llenando mi silencio de estúpidas disculpas y perdones que en este momento no significan nada. Sus manos sobre las mías las siento como el bloque de hielo más frío y pesado que nunca había visto, por lo que con cuidado me retiro de su agarre. Me deja ir y no tengo que verla para conocer la mueca de tristeza y desesperación que seguramente le surca el rostro.
No me importa. Por primera vez en la vida no me importa lo que siente.
-Princesa, de verdad que lo siento tanto. Yo trate... trate de...
-¿Desde cuándo?- mi voz sale nítida y clara. Nada afectada para el tenso momento que estamos viviendo.
Su azul se enfrenta con el agua marina de mi mirada cuando le clavo los ojos y en una conversación no verbal le exijo que me responda. No es tonta y sabe perfectamente a lo que me refiero, por lo que tragar saliva, entrelazando sus dedos y jugando con su anillo de casada en tanto se prepara para darme la respuesta, que sabe y se no va a gustarme.
-Septiembre-desvía la vista de mi rostro para no verme la expresión.
Pero lo cierto es que ni aunque quisiera podría ver alguna emoción reflejada en mí. La vida y el tiempo me han enseñado a mantenerme neutra cuando el fuego en mi interior comience a bullir, como en estos momentos que siento como el verdadero infierno se desata en mí, quemando mis venas y volviendo negra mi sangre.
-Así que cuatro meses-tamborileo los dedos sobre el escritorio antes de ponerme en píe y darle la espalda, sosteniendo mi propio peso sobre la pequeña biblioteca-¿Para qué me quiere devuelta?
-No lo sé-mi tranquilidad la desespera.
-Estuviste comunicándote con él cuatro meses a mis espaldas y ¿no fuiste capaz de preguntarle el porqué de sus decisiones?-me volteo a verla con incredulidad porque me crea estúpida. Me mantiene la mirada y sé que sabe el porqué, pero que no va a decírmelo- Así que esto es así, yo solo soy un simple peo en su juego de ajedrez el cual mueven a su antojo.
-No es así...-se levanta y trata de llegar hasta mí pero mi mano en alto la detiene.
-No te me acerques-la frialdad de mi propia voz me provoca escalofríos, ¿pero que puedo hacerlo? soy una buena alumna, aprendo rápido y tuve al mejor profesor- No trates de insultar mi inteligencia creyéndome tonta que sabes perfectamente que ese hombre no hace nada a menos que le convenga. ¿Para qué me necesita? ¿Quiere quitarse la culpa de su ausencia por todos estos años? ¿Está a punto de morir y la conciencia le pesa o es que quiere que le firme algún papel en donde dice que le sedo toda mi herencia a su hija? ¿O lo haces porque ya estas harta de lidiar con esta desquiciada mental llena de mierda sobre los hombres?-cada pregunta formulada haciendo que mi voz se eleve una octava, hasta el punto de que me encuentro gritándole.
Yo nunca le he gritado. Ni en mis peores crisis se me cruzó por la cabeza faltarle el respeto de esta manera, pero la situación supera hasta mis propios valores y deberes.
-No digas estupideces-se me acerca pese a la advertencia en mi mirada y toma mi rostro para centrarme- Eres lo más hermoso que tengo en la vida y lo único que de verdad me importa. Tú eres mi vida, y yo sin ti me muero...
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MATICES BLANCO
RomantizmMía era la típica niña tocada con la mágica varita de cristal. Llevaba una vida perfecta con dos padres que la adoraban y estaban dispuesto a hacer lo que sea para mantenerla segura y feliz. Pero lo malo de crear una burbuja enorme llena de comodida...