CAPÍTULO: 7

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CAPÍTULO 7

Sandra llegó antes de que Terry llegara a su casa, sonrió complacida al ver que todo estaba como lo dejó. Su ropa seguía colgada en su armario, justo en la habitación de Terence.

Se dio una larga ducha, jugando con la espuma que le cubría todo el cuerpo. Secó su larga cabellera castaña y se puso un maquillaje natural, cubrió su piel con un exquisito aroma a jazmín y violeta, no se molestó en vestirse solo se puso una bata de baño, se acostó en la cama con las piernas cruzadas dejando ver sus tentadores muslos, ajustó un poco la parte de arriba para que se vieran sus pechos, cubrió sus ojos con un antifaz y esperó a que llegara su esposo. Sabía cómo hacer que se olvidará de esa tontería del divorcio, no debió dejarlo solo tanto tiempo, su madre tenía razón cuando le advirtió que no era bueno dejar pasar mucho tiempo.

Recordó con coraje como esa desagradable mujer llegó de forma muy altanera entregándole el estúpido documento que ni siquiera se molestó en leer. Lo dejó caer apenas se lo dio Lizzi, causando la ira de la intelectual mujer. A quien escuchaba con renuencia, no dejaba de decirle que su cliente le estaba solicitando el divorcio. No lo podía creer y por supuesto en ese momento tomó el teléfono y le marcó a Terry, la abogada sonrió complacida cuando Granchester confirmó que todo era cierto, se burló de ella con un comentario sarcástico. Sandra le cerró la puerta en la cara y rompió las hojas.

La puerta de la habitación se abrió. Sandra fingió que dormía, dejó caer descuidadamente una pierna facilitando la vista a Terry, era cuestión de tiempo para tenerlo encima rogándole que lo perdonara, y ella haría sufrir al muy imbécil por hacerla pasar un mal rato con esa abogada del mal.

—¿Qué haces aquí? —le escuchó decir.

Ella no se movió, suavizó su respiración para convencerlo de que dormía. Lo escuchó exhalar fuertemente y oyó con agrado sus pasos acercándose a ella, sintió su mano en su brazo y...

—¿Te pregunté qué diablos haces aquí? —la levantó de un tirón, enterrando sus dedos en su brazo.

Sandra gritó horrorizada, la voz grave de Terry era imponente.

—¡Suéltame, me estás haciendo daño! ¡eres un bruto! —se alejó de él desafiándolo con la mirada, lo veía con rencor.

—Se te olvida que ésta, ya no es tu casa.

—¿Así? Ésta sigue siendo mi casa, porque soy tu esposa, te guste o no.

—Ja, ja, ja. No lo puedo creer, —Terry se dio la vuelta, su sonrisa era burlona, pero sus ojos estaban llenos de desprecio —te recuerdo que mi abogada te llevó los documentos del divorcio, es obvio que ésta ya no es tu casa. No eres bienvenida aquí, recoge tus cosas y lárgate con Frank o Jeff o quien tú quieras, pero desaparece de mi vida.

Sandra se puso blanca cuando escuchó los nombres de sus amantes, ingenuamente creyó que Terry jamás se enteraría, lo creía sumiso y dócil. Incapaz de tratar a una mujer como la estaba tratando a ella en esos momentos.

—Yo... —titubeo solo por una fracción de segundos y se recompuso rápidamente— está sigue siendo mi casa, no sé quiénes son esas personas que mencionas. Estoy aquí para que hablemos, reconozco que te he abandonado mucho por culpa de mi trabajo —se acercó a Terry acariciándole la espalda de manera provocadora, él se alejó a grandes zancadas dejando una gran distancia entre ellos.

—No estoy jugando Sandra, creíste que no sabría la clase de mujer que eres. Que me tragaría el cuento de tu falso trabajo, lo sé todo. Por favor no te molestes en seguir inventando más nada, te ofrezco que salgas de mi vida y de esta casa con dignidad. Ahórrate la vergüenza de que se ventile tu infidelidad, no te culpo, soy culpable por casarme con alguien a quien apenas conocía. Eres bella y lo sabes, te aprovechas de tu belleza para engañar con esa cara de inocente que tienes —tomó con sus dedos el mentón de ella, con una mirada gélida la observó.

EL AMOR DE MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora