11. odio

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Yo a veces sentía que Jerry era una maldita rosa. Aquellas bellezas con espinas eran las favoritas de mi padre, mientras que consideraba los girasoles algo gracioso y no era realmente fanático de ellos. Tiene sentido para él. ¿Por qué ir a la tienda por un regalo de aniversario y tomar un girasol en lugar de unas rosas rojas? Sentía que algo así pasaba conmigo. Era esa obligación con la que tenía que cargar, ese error que nunca debió ser cometido. Yo era ese "¿Qué más da?" era esa horrible mancha en la familia Shirley, un amargo recuerdo para mi papá y la señora shirley. Una infidelidad. Quién nunca debió existir. Yo era ese "desearía no haberlo hecho"  que papá le había dicho a la señora Shirley cuando le rogó perdón. Yo era ese girasol... Y joder, me sentía tan poco querida.

La cosa sobre la baja autoestima es que cada golpe de la vida parece ser mil veces más duro... Al menos para mí es así. Me miro al espejo y sólo pienso en lo mucho que odio a esa persona. Me escucho hablar y sólo pienso lo mucho que odio la voz de esa persona. Y aunque sea yo misma, y sé que soy yo misma... Sólo quiero desaparecer a esa persona. Quiero acabar con ella. No te quiero. No te quiero para nada. Es todo lo que puedo repetir. Y me preguntó si algún día no me sentiré así, tan herida al ver el reflejo que me dan los espejos. Me preguntó si alguna vez no seré nunca más un girasol.

Esa mañana estábamos volviendo a la ciudad finalmente. Diana y yo fuimos las primeras en desarmar la tienda, guardar y organizar nuestras cosas muy temprano por la mañana.

Cuando todo estuvo en su lugar, Diana y yo salimos a dar un último paseo por los alrededores. Diana encontró un diente de león en el camino y me lo obsequio a mí. Aquel momento, la manera tímida en la que me miró, la forma en la que alzó el diente de león hacia mí con sus mejillas sonrojadas y una sonrisa honesta que arrugaba las esquinas de sus ojos... Eso nunca se me podrá olvidar. Nunca dejaría de reproducir esa imagen en mi mente y sentir que le quería más que antes.

La calidez de nuestros dedos al rozarse accidentalmente mientras caminábamos hombro a hombro, las sonrisas tímidas que nos dedicábamos y las miradas fugaces llenas de intensidad mientras manteníamos una alegre conversación. Toda la experiencia fue como entrar en algún tipo de paraíso donde las aves cantaban animadas al fondo.

Pero claro que no podíamos permanecer en ese paraíso para siempre.

Llegó la hora de irnos y muy pronto nos encontrábamos en la parte trasera del vehículo de mi padre.

Íbamos sentados como en el primer viaje. Diana en el medio, entre Jerry y yo.

Nada había cambiado mucho, Diana simplemente pasaba de Jerry y compartía los audífonos conmigo, siendo ella quién se encargaba de cambiar la música.

Diana parecía querer resaltar que estaba enojada con Jerry, arrimándose totalmente hacia mi lado... Tanto así que dejaba un gran espacio entre Jerry y ella, aplastándome a mí contra la ventana del vehículo.

El viaje fue silencioso la mayor parte del tiempo, Jerry parecía muy ocupado con su móvil mientras que mi padre no se veía de humor para hablar y la señora Shirley dormía. Sólo Diana y yo cortábamos el silencio cuando nos decíamos algo que nos causará gracia y empezábamos a reír sin parar.

Después de como tres horas de viaje hicimos una parada en una gasolinera. Mi padre y la señora Shirley se bajaron para ir por dulces para el camino, mientras que yo bajé también pero simplemente para tomar un poco de aire y estirar mis piernas.

Estaba agobiada, los mismos tristes pensamientos se repetían en mí una y otra vez. Pero a pesar de tener mi mente perdida, pude escuchar como Diana y Jerry se gritaban ferozmente uno al otro dentro del auto. Al principio quise intervenir, pero después de todo ellos eran una pareja y yo debía respetar su privacidad.

If i was a rose «dianne»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora